Santiago Roncagliolo (1975) es, sin ninguna duda, el autor peruano del presente con mayor repercusión internacional. Ha publicado seis novelas, todas ellas centradas en el daño, mediante un despiadado análisis de la sociedad nativa en particular, y la hispánica en general. Traducido a más de veinte idiomas, premiado en numerosas ocasiones, guionista, ha publicado obras que pueden considerarse clásicos de las letras sudamericanas: El amante uruguayo (2012), Abril Rojo (2012), que evoca la catastrófica situación de su país durante las correrías del grupo terrorista Sendero Luminoso, o La noche de los alfileres (2016), quizá su mejor título antes del que reseñaremos a continuación.
Siempre resulta fastidioso jerarquizar las obras de los escritores con rótulos como “la más lograda”, “el punto culminante de su carrera”, “lo más poderoso que ha hecho”, etcétera. Sin embargo, es posible que
Y líbranos del mal sea, hoy por hoy, la ficción superior concebida por Roncagliolo. Escrita con una desenvoltura nunca antes desarrollada, con un estilo heterogéneo, pero impecable, con una madurez absoluta y un dominio idiomático admirables,
Y líbranos del mal desnuda a la sociedad limeña y, de paso, a un sector de la norteamericana, en una forma que, valga la expresión extraliteraria, resulta quirúrgica, como si Roncagliolo fuese un cirujano haciendo uso de un escalpelo.
Jaime Verástegui, conocido en su familia y entre amigos como Jimmy, vive en Brooklyn junto a su padre, Sebastián, prefecto de la catedral de ese sector neoyorquino, y su madre, de quien nunca sabremos el nombre y que, al comienzo de la historia, parece una satisfecha dueña de casa. Ese cuadro en apariencia convencional, cómodo, relajado, se rompe bruscamente cuando Jimmy debe viajar a Lima a cuidar a su abuela, Mama Tita, muy enferma y a punto de morir. La mujer, inteligentísima, muy creyente, sabedora de todos y cada uno de los rumores que circulan por la capital peruana, le abrirá de par en par las puertas de un perturbador y oscuro pasado que Jimmy ignoraba del todo y que, como lo reflexionará muchas veces, jamás hubiera deseado conocer.
El disparo que gatilla la trama es el primer encuentro de Jimmy con Gaspar, un sacerdote coetáneo de su padre y quien, como nos enteraremos poco a poco, participó en un grupo que de religioso no tenía nada, de ascético menos y mucho, mucho de pecador, léase corrupto. Es posible que a Roncagliolo se le pase un tanto la mano en su furia antieclesiástica y su mirada sobre la Iglesia Católica. Y es indudable que, dada la inmensa cantidad de denuncias que se han volcado contra ella,
Y líbranos del mal carezca de novedades al respecto. Con todo, el viaje sin retorno de Jimmy es un brillante y ágil desenmascaramiento no solo de una clase en concreto, sino de un extenso segmento de la sociedad latinoamericana, una inmersión en el infierno del fanatismo, el silencio cómplice, la culpabilidad soterrada y, en última instancia, la pederastia y pedofilia, en un entorno que se niega a aceptar la homosexualidad, que es misógino a niveles prehistóricos, que, bajo el pretexto de la obediencia debida, oculta crímenes y tachas imposibles de definir con claridad.
Y líbranos del mal no tendría la excelencia que posee y el acelerado ritmo de una intriga que se acerca a un thriller, si no fuera por la maestría de Roncagliolo al desplegar una vasta galería de personajes, al describir a una patria, la suya, sumida en la apatía consumista o el caos de la violencia y al retratar a tantos hombres y mujeres en una compacta trenza de vidas privadas, cuyos mecanismos mentales y morales reflejan las costumbres del poder y las diversas retóricas de aquellos que lo ejercen o lo envidian, sin tomar partido por nadie en especial, aun cuando está claro de qué lado está Roncagliolo.
En definitiva, este volumen es, en el fondo, un texto político, pero, en cualquier caso, uno en el que el tema político no es más que un sistema de legalidad general de la acción, aspecto escasamente subrayado por las simpatías o antipatías del narrador hacia sus personajes. A lo largo de las cuatro partes de
Y líbranos del mal, los diversos y variados caracteres comparecen, no en función de la acción, sino en virtud de su posición causal en el sistema de frecuentaciones de los demás, revelándosenos existencias enteras de unos seres a los que se ha entregado en un laberinto, con el tenue hilo conductor del único que habla en primera persona, o sea, Jimmy. Cada capítulo y cada sección de
Y líbranos del mal se manifiesta por medio de la creciente tensión que se libera en esta desgarradora trama, por momentos casi cinematográfica —Roncagliolo, ya lo dijimos al comienzo, es guionista—, con el telón de fondo del secreto, la mentira, la ocultación de realidades tan sucias que, al salir a la superficie, carcomen todo.