Los think tanks aún no se reponen de los resultados electorales, por inesperados e imprevistos.
Los de derecha, no digamos; los de centro, tembleques, y los de izquierda volvieron a contar con los dedos de las manos.
Los centros de pensamiento encapsularon los resultados en la categoría accidente electoral, en un hecho ocasional que nadie vio venir, fue como alud o volcamiento, acontecimientos que suceden, pero son imposibles de prever. O sea que se produjo algo normal, que en ningún caso debería afectar la credibilidad y utilidad de los think tanks, y menos su financiamiento.
Luego realizaron una junta de camaradería, sin agenda previa ni estructura fija, asimilable a esas pretéritas reuniones a corazón abierto, donde se revelaban cosas valiosas, y algunas, digamos las cosas como son, atroces.
El comienzo fue con humor y le otorgaron el Cipango de Oro al experto analista Kenneth Bunker y el Catay de Plata al observador especialista Pepe Auth. La denominación del galardón recuerda los destinos originales del viaje de Cristóbal Colón: rumbo a Cipango, la isla de Japón, y hacia Catay, es decir, China. En la realidad, descubrió América.
Después del cóctel se realizó un ejercicio descarnado; sin embargo, nunca se olvidó el cariño entre las partes, la confianza entre iguales, la amplias redes de conocimiento mutuo, y así es como se dio paso a la primera conclusión: la Lista del Pueblo es absolutamente desconocida para los estudiosos, investigadores y analistas de los think thanks. Esto incluye a sociólogos, antropólogos, psicólogos, periodistas, abogados y economistas. Y un dato más: casi todos con posgrado en el extranjero.
Este hecho, que fue calificado como sorprendente, alucinante y alarmante, lo resumieron en una frase: “No ubicaban a ninguno”.
Estaban frente a un universo oscuro y sin antecedentes, sobre un terreno líquido desprovisto de anclaje y solidez, sin enclaves por territorio, vínculos familiares o redes laborales.
No lograron localizarlos por nivel educativo medio o superior, tampoco por hábitat, medio ambiente o movilidad sectorial, y no descubrieron conexiones por afinidades deportivas, membresías, centros de exalumnos, sociedades o nexos comerciales.
Incluso se acudió a la cartografía digital y a los procesos de georreferenciación facial o geolocalización social, en el vano intento por ubicar a alguien.
Hasta se pasó lista con los apellidos de los integrantes de la Lista del Pueblo, buscando ramas laterales o una mínima intersección con los presentes, se aceptó en la búsqueda algo tan vago e intuitivo, como que algún nombre les sonara. Tampoco.
Todo fue inútil y la reunión comprobó que la Lista del Pueblo no está en el universo ni en la blogosfera de los think tanks.
El hallazgo, que será un insumo para lo que viene, tanto en lo humano como en lo académico, derribó el mito capital de los think tanks criollos, una idea que fue el sistema nervioso de la transición.
Esa idea, ahora peregrina y en fuga, decía que en Chile nos conocemos todos.
Parece que no.
No se me pongan nerviosos.