Señor Director:

Existen distintas opiniones sobre qué resultará del proceso constituyente. Pero en algo hay consenso: el Estado deberá asumir una responsabilidad mayor, garantizando o provisionando más bienes y servicios. El drama es que nuestro Estado, sin ser fallido, funciona mal.

Tres ejemplos ilustran: un pabellón en un hospital de alta complejidad se utiliza, en promedio, solo 53% del tiempo institucional; una empresa nueva típica puede crearse en 24 horas, pero tarda más de seis meses en recibir la aprobación para operar; y la mayoría de los servicios públicos carecen de interoperabilidad.

Las macrorreformas necesarias son muchas, pero una principal es crear un sistema explícito y estructurado de evaluación —ex ante y ex post— de las políticas públicas.

Con todo, una razón obvia para modernizar el Estado es aumentar su eficiencia para optimizar los recursos ante restricciones fiscales; otra, menos evidente, es mejorar la satisfacción de los ciudadanos, su confianza en la institucionalidad y disposición a colaborar.

Si el Estado llega tarde y mal la frustración crecerá. Y esta vez la política no podrá eludir su responsabilidad.

Raphael Bergoeing