Se veía especialmente atractiva Paula Narváez el miércoles en la mañana. Estaba en la sede del Partido Socialista sonriente, bien peinada y se colaba por las ventanas un rayo de sol anómalo, ya que en otros barrios de Santiago llovía.
Llegaron a verla muchas personas. El presidente del Partido Liberal, toda la militancia de Nuevo Trato (como no son tantos no vulneraron el aforo pandémico), el flamante alcalde de Renca. Le ofrendaron a Paula sonrisas, aplausos y la candidatura presidencial del diputado Pablo Vidal, presente en la ocasión, quien deponía su aspiración de llegar a La Moneda para cederle el paso a la exvocera de Michelle Bachelet.
Estaba también ahí el presidente del PS, quien acompañaría a Paula Narváez al Servicio Electoral con la misma solemnidad de quien comparece de testigo ante el Registro Civil para participar de un enlace solemne.
La ceremonia estaba prevista y anunciada a la prensa para las 20:30. El pacto de unión política civil tendría la apariencia de un ménage à trois electoral, donde los tres se comprometerían a respetarse y guardarse fidelidad incluso hasta después de que la primaria los separase: se jurarían apoyo mutuo sin importar quién ganase o perdiese. Esto sería una unión que los acompañaría a la parlamentaria y a la primera y segunda vuelta presidencial.
Paula Narváez, así, más atractiva de lo habitual, estaba lista. Esa noche sería “la” noche. Sellaría un compromiso histórico con la izquierda de verdad y dejaría atrás los años “libertinos” del socialismo en enlaces casuales con el PPD, la DC y el PR, con los que nunca se sintió a gusto.
Algún remordimiento sentía, porque sus nuevos consortes le habían exigido romper bruscamente con sus relaciones previas, lo que dejó otro par de personas heridas en el camino.
Pero no había que mirar atrás. “El pasado no puede ser cambiado. El futuro está aún en tu poder”, se dijo a sí misma, recordando una frase que escuchó en alguna parte. Hubiese querido que se le viniera a la mente la famosa frase de Unamuno sobre el mismo tema (“Procuremos más ser padres de nuestro porvenir que hijos de nuestro pasado”), pero luego recordó que esa cuña le parecía machista.
Estaba pensando en esas cosas, preparándose para salir al Servel, donde la prensa la esperaba expectante, cuando le avisaron que Daniel Jadue y Gabriel Boric, los contrayentes, no irían a su encuentro en el altar electoral y que harían el pacto solo entre los dos.
“Es que yo le dije y entonces ella me dijo y yo le dije y ellos nos dijeron y les respondimos…”, argumentaron Jadue y Boric.
El comunista y el frenteamplista, pese a todas las renuncias que hizo y provocó Paula, decidieron romperle su corazón rojo y bello.
La fulminaron. En público, con alevosía y publicidad.
Como se dice en política, la convirtieron en un “cadáver político”.
Pero se equivocan Jadue y Boric. Otro dicho político dice que “se han visto muertos cargando adobes”.
El femicidio político electoral que cometieron les costará caro. Paula Narváez resucitará; como Paula Narváez o reencarnada en su congénere Yasna Provoste. Pero esto no quedará así.
Lo que hicieron Jadue y Boric no se hace. “Shame on you”, les diría Greta. Pero a ellos les da lo mismo.