El Mercurio.com - Blogs : Partidos políticos, actores indispensables
Editorial
Sábado 22 de mayo de 2021
Partidos políticos, actores indispensables
Las medidas sobre independientes establecidas para la Convención no son apropiadas para el funcionamiento permanente de la democracia.
Fue el politólogo estadounidense Eric Schattschneider quien hace casi ocho décadas planteó con especial fuerza la idea de que la democracia es “impensable” sin partidos políticos. No fue el primero, pero sí el más elocuente. La controversia no demoró en aparecer, pero el argumento ha resistido el paso del tiempo. Un éxito editorial reciente, “Como las democracias mueren”, de Levitsky y Ziblatt, ha revalidado el mismo concepto, al sostener que los partidos son, en definitiva, los guardianes de la democracia.
En momentos en que las colectividades políticas aparecen sumidas en el desprestigio, estos planteamientos pueden resultar extemporáneos. Sin embargo, las sociedades complejas requieren de instituciones mediadoras y deliberantes que puedan canalizar las opiniones de grandes corrientes ciudadanas. Estas tareas se pueden desarrollar mucho más eficazmente si tales instituciones deben someterse periódicamente al escrutinio público. Así adquieren una vocación de largo plazo que, además, les permite cumplir mejor esas funciones esenciales de la democracia que son el diálogo político, la articulación y priorización de los intereses ciudadanos y la deliberación. Además, juegan un papel indispensable en la selección de liderazgos.
Este rol no se puede desconocer y minimizar. Es importante también tenerlo a la vista ahora, cuando surgen voces que proponen repetir, por ejemplo, en las elecciones parlamentarias, las facilidades para los independientes que se establecieron en los comicios para la Convención Constitucional. Esas facilidades —que incluyeron la de poder agruparse como si fueran partidos— pudieron tener un sentido tratándose de un proceso único y extraordinario, cual es la elaboración de una nueva Carta Fundamental, pero no cabe concluir que la representación en la vida democrática habitual debe seguir el mismo camino. En efecto, los partidos surgieron por la ineficacia de órganos de representación que reunían a personas independientes, en particular por la incapacidad de estas para articular un orden en un espacio donde los asuntos suelen ser multidimensionales y específicos. Los partidos han sido, en ese sentido, el resultado de una evolución espontánea para hacer funcionar mejor la democracia y no es casual que cuando entran en crisis, sea todo el sistema el que se resienta. Tampoco es raro que las voces que habitualmente piden más espacio para los independientes, planteando una supuesta superioridad de estos, suelan ser aquellas que no valoran la democracia representativa.
Por cierto, si los partidos funcionan como instituciones cerradas, desarrollarán sus tareas más deficientemente, pero la solución pasa por hacerlos más competitivos, abiertos y transparentes, no por debilitarlos. Ello no es incompatible con establecer instancias de participación ciudadana más amplia para cuestiones específicas, pero siempre recordando que esa participación es desigual, está afectada por intereses particulares y puede atentar contra la deliberación democrática. Lograr equilibrios positivos en este ámbito puede ser otro desafío para la Convención Constituyente.