La nueva configuración económica, política y social que vive Chile y el mundo ha vuelto a poner en el debate el propósito final de la actividad empresarial. Por ejemplo, el Business Roundtable amplió el espectro convencional para incorporar a todos los stakeholders como parte del grupo objetivo de esta. Otros van más allá y promueven para la empresa un propósito que excede su actividad central. Este necesario debate, sin embargo, puede relegar al olvido la misión central de la actividad privada.
La empresa solo tiene sentido si afecta positivamente la calidad de vida de las personas. No solo de quienes trabajan en ella, sino además de todos aquellos que se encuentran en su entorno, comunidades, clientes, proveedores, y organizaciones de la sociedad civil. La actividad empresarial está presente indefectiblemente en la cotidianidad de los 18 millones de chilenos, quienes acceden a productos y servicios que mejoran su calidad de vida.
Para que la empresa siga aportando a este círculo virtuoso es fundamental fomentar la competencia con nuevos actores basados en la innovación y en el emprendimiento. Desde el sector privado debemos empujar regulaciones que faciliten la libre competencia y apoyar al Estado para que diseñe políticas públicas que emparejen la cancha, porque cuando los mercados son desafiados por nuevos entrantes las personas acceden a bienes y servicios que mejoran su calidad de vida. El mayor acceso a financiamiento, a una red logística —física y digital—, medios de pago masivos y plataformas tecnológicas de amplia cobertura geográfica están abriéndoles oportunidades a miles de nuevos emprendedores que, con talento y esfuerzo, ponen nuevos productos a disposición de las personas.
Pero quizás la prioridad más trascendente que tiene una empresa son sus propios colaboradores. Es cierto que el crecimiento económico permite crear nuevas oportunidades para emprendedores y produce movilidad laboral. Es cierto, además, que la mejor forma de apuntalar las remuneraciones es el pleno empleo. Pero los líderes de las empresas modernas debemos salir de nuestra zona de confort, de la mirada complaciente de los que piensan como nosotros, y conectarnos verdaderamente con las personas que trabajan en nuestras empresas. Debemos conocer sus sueños, sus inquietudes, escuchar sus ideas, en un diálogo que no solo aborde aspectos salariales, sino también personales, de seguridad, medio ambiente, oportunidades de desarrollo profesional, clima laboral y, muy relevante, propósito de las empresas en la sociedad. Los sindicatos son de gran ayuda para levantar ideas e inquietudes cuando ellos, además, tienen permanente comunicación con sus bases. Es deber de la empresa, entonces, contribuir a la profesionalización de la labor sindical.
La empresa tiene además un rol social. Bajo reglas que determina el marco jurídico, político y económico, en el sector privado se generan la mayoría de los nuevos empleos, se crean los recursos que —vía impuestos— recauda el Estado para financiar su agenda social, se interconectan empresas grandes, medianas y pequeñas que retroalimentan la cadena productiva, y se crean los vínculos con el resto del mundo para un intercambio comercial virtuoso. Pero estos atributos esenciales no deben sustituir la dimensión humana que debe primar en cualquier empresa moderna. Son las personas —dentro y fuera del perímetro de la empresa— las que deben convertirse en el principal foco estratégico del accionar de las compañías y, en especial, de la actividad gremial.
El impacto que ha tenido el desarrollo de la actividad privada en los últimos 35 años está a la vista. Chile pasó a la cabeza de la región en materia de ingresos, pero también en indicadores sociales, como reducción de la pobreza, esperanza de vida, cobertura de la educación, acceso a vivienda, todos incorporados en el Índice de Desarrollo Humano del PNUD, en el que nuestro país es líder en América Latina. Quedan muchos desafíos por abordar y en los que la empresa tiene un rol clave. En estos y en los que vienen, debemos velar por que el diseño de las soluciones tenga a las personas al centro.
Richard Von Appen