Eduardo Vargas sentencia con un golazo la victoria de su equipo —Atlético Mineiro— ante América de Cali y con ello no solo confirma la clasificación de los brasileños a los octavos de final de la Copa Libertadores, sino que, además, se llena de elogios por su permanente capacidad goleadora (había marcado también la semana anterior ante Cerro Porteño).
Caso raro el de “Edu”. Uno lo tiene siempre en la lista de los artilleros letales, pero desde que salió de Chile nunca se ha hablado de él en tono consagratorio. Solo en ciertos momentos, en ciertos equipos y en ciertos campeonatos, Vargas ha aparecido tenuemente como el atacante aquel que brilló en la U campeona de la Copa Sudamericana 2011, bajo la conducción de Jorge Sampaoli, sin duda el entrenador que más rendimiento le sacó en su carrera.
Más insólito aún es el hecho de que durante todo este tiempo de irregularidad, Eduardo Vargas siempre ha sido no solo un integrante, sino que un gran protagonista de todos los momentos brillantes de la selección nacional. Tan así que es el segundo máximo anotador histórico de la Roja (38 anotaciones), logro que fue acumulando con celebraciones aun en momentos en que parecía llegar al equipo nacional solo con el nombre o porque se lo había ganado por ser un “histórico”. Vargas, depreciado y todo, sin apuestas a favor e incluso con altos grados de aprensión del medio, siempre terminó justificando los llamados, no a punta de grandes actuaciones ni de brillantes ejecuciones, sino que, simplemente, por su notable capacidad para estar en el momento y el lugar adecuado. El gol siempre fue su aval.
Es justo a estas alturas ya reconocer que Eduardo Vargas no requiere de mayores credenciales para seguir siendo considerado como opción de cara a los futuros desafíos de la Roja. No es culpa de él que ninguno de los que asomaron en algún momento como su “lógico reemplazante” (Nicolás Castillo, Felipe Mora y Diego Rubio, entre otros) haya sido incapaz, por la razón que fuera, siquiera de poner en tela de juicio su titularidad en el equipo nacional. Aunque el propio atacante de Atlético Mineiro haya, en algún instante, dejado abierta la puerta para que emergiera un sustituto (la Copa América de Brasil 2019 no fue muy feliz para él) o dejara entrever alguna indisciplina digna de ser castigada con el destierro, nunca nadie asumió con calidad y autoridad el desafío de destronarlo de su sitial. Tan claro es eso que hasta se llegaron a imponer popularmente absurdos conceptos (como esa tontería del “9 falso”) para disimular la franciscana pobreza de artilleros que podrían amagar la estelaridad de Vargas.
Es obvio que, con el reinicio de las eliminatorias y la anunciada realización de la Copa América, se reabrirá el tema sobre cómo conseguir goles en la selección. Todos opinarán y expondrán razones: que Angelo Henríquez e Iván Morales ya están maduros; que nos puede ayudar tener un grandote de área como Marcelo Larrondo; que por qué no se llama a Humberto Suazo o a Esteban Paredes que igual atinan a los 40 años; que insistamos con el “9” de mentira y que sea Luis Jiménez…
El tema da para todo. Pero a la larga, todo parece más simple de lo que uno se imagina. Hay que llamar al que siempre hace los goles. El que sabe hacerlos en los momentos complicados. La otra discusión dejémosla para el café. Eduardo Vargas, aun no siendo titular en su equipo y aparentemente alejado de la estelaridad por ahora, es nuestra mejor carta de gol. No lo olvidemos.