Finalmente llegó el día. Con casi un año de retraso, y en medio de tres elecciones más, los chilenos decidirán quiénes escribirán la nueva Constitución. La actual de 1980, cuyo lifting en 2005 no fue suficiente, será transformada —tal como lo muestra en el Antiguo Testamento— en el chivo expiatorio que cargará con todas las culpas y será enviada al desierto para siempre.
Probablemente la nueva Constitución no nos llevará al paraíso, como creen algunos. El dejar establecidos derechos sociales de poco importará si el país no tiene cómo cumplirlos en el futuro, o si la clase política no logra manejar adecuadamente las cosas.
Probablemente la nueva Constitución no nos llevará al chavismo, como creen otros. Mal que mal, la historia ha demostrado que mucho más importante que las constituciones es quién detenta el poder, y para llegar al chavismo se requiere a un Chávez, más que la Constitución de Chávez.
Probablemente la nueva Constitución tampoco será “la casa de todos”, porque será imposible ponerlos de acuerdo a todos, más allá de mínimos comunes entre los “hombres y mujeres de buena voluntad”.
Sin embargo, la elección de hoy y mañana será muy decisiva, porque marcará la posibilidad de que Chile resuelva de alguna forma la crisis en la que ha caído. Y, al mismo tiempo, será un importante termómetro de la real temperatura que tiene el país. Así, algunas claves relevantes a la hora de fijarse en los resultados son:
1. ¿Los mismos de siempre?
Una primera incógnita a resolver es si los chilenos votarán más o menos igual que siempre, por las viejas coaliciones políticas, o si la tesis del “que se vayan todos” tuvo algún efecto y la gente se volcará por los independientes o por las listas no tradicionales. Si bien todo pronóstico es temerario, nada parece indicar que los votantes vayan a abandonar a los viejos conocidos de siempre.
2. ¿Se radicalizaron los votantes?
El 18 de octubre, y lo que vino después, no fue precisamente un episodio en los que los vientos de la derecha soplaran. Lo que esta elección mostrará es cuán radicalizados están los votantes. Cuántos votos se fueron de la centroizquierda tradicional a la izquierda radical del Partido Comunista y sectores duros del Frente Amplio, así como cuántos votos abandonaron la coalición de derecha al amparo de la brutal baja popularidad de este gobierno.
3. El famoso tercio de la derecha
¿Logrará la derecha un tercio?, se preguntan muchos, sin darse cuenta de lo irrelevante de la pregunta. Ese tercio ya lo tiene actualmente en el Parlamento y no ha sido capaz de detener ninguna reforma populista a la que solo le habría bastado el tercio. Es decir, por mucho que la derecha saque un tercio, es probable que —tal como ha ocurrido en el Parlamento— ese guarismo tenga mucha volatilidad. Y en el hipotético caso de que tuviera un tercio bajo una férrea unión doctrinaria, no podría utilizarse ni plantearse como un dique frente a la amenaza de la calle.
4. ¿Hay dos tercios para llegar a acuerdos?
Tal vez la clave más relevante será ver si hay 2/3 de constituyentes capaces de llegar a mínimos comunes. Eso implicará descontar los elegidos del PC, una parte importante del Frente Amplio y unos pocos de Chile Vamos. Hacer ese cálculo no será tan fácil, especialmente porque habrá que catalogar a los independientes elegidos. Si se logra un número de personas razonables, no expuestas a la farándula política, sin temor a la calle y con voluntad de diálogo, entonces la empresa es difícil, pero puede llegar a buen puerto. Si los chilenos eligen a barristas, esto puede terminar como terminan las barras bravas: a botellazos.
5. Alcaldes: “El que tiene mantiene”
Es probable que no veamos grandes sorpresas entre los alcaldes que van a la reelección y más bien las miradas estarán en los municipios donde compiten nuevos. Antofagasta, Temuco y especialmente Viña serán municipios en los que hay que mirar con especial atención. La otra comuna donde será relevante el resultado es Las Condes, ya que una pérdida de la heredera de Lavín le puede infligir un severo daño al principal candidato de Chile Vamos y daría cuenta de la radicalización de una de las tres comunas.
6. Gobernadores: stand by
Es probable que sean muy pocas (o tal vez ninguna) las regiones en las que haya gobernador electo el domingo en la noche, por lo que se pondrán puntos suspensivos por un par de semanas. Un buen resultado para la Democracia Cristiana, como se augura, puede ser una muestra más —en caso de que ello ocurra en los constituyentes— o un contrapunto —en caso contrario— respecto de la moderación del votante chileno.
7. “Abuelo gobernador”
Paradójicamente, una última clave electoral será la votación del “abuelo gobernador”. Una muy buena votación, que lo llegara a poner en segunda vuelta, daría cuenta de que el fenómeno Jiles va en serio y que Chile tiene un problema grande. Por el contrario, una llegada en cuarto lugar sería el inicio de la salida del aire del globo.