La victoria de la candidata del Partido Popular, Díaz Ayuso, al gobierno regional de Madrid el pasado martes, es mucho más que un simple éxito electoral. La expresión masiva y democrática de la ciudadanía madrileña entraña todo un mensaje a una nación, España, que estaba comenzando a conocer y sufrir la arbitraria forma de gobernar de la extrema izquierda. En pocos lugares de la Europa actual ha gobernado una coalición de socialistas y comunistas. En España ahí están, tratando de resucitar ideas muertas y fracasadas, y lo que es peor, enfrentando a una parte de la sociedad con la otra. Díaz Ayuso contrapuso el liberalismo y enarboló la bandera de la libertad —¡increíble que haya que hacerlo a estas alturas en una democracia consolidada!— para ofrecer a los madrileños un pensamiento desacomplejado que apuesta por bajada de impuestos, libertad económica, sociedad abierta y como consecuencia de todo ello, generación de riqueza. No olvidemos que en Madrid viven siete millones de personas en un espacio reducido, su PIB supera al de Cataluña y es la región que más aporta a la caja de solidaridad interregional. Superaría los límites de este texto adentrarnos en la cuestión fiscal, pero es una de las causas reales del éxito arrollador de Díaz Ayuso.
Hubo otras muchas razones para la victoria del PP. Una de ellas es que el gobierno socialcomunista ha gestionado muy mal la pandemia. Primero, queriendo aprovecharla política y mediáticamente y después desentendiéndose de ella y dejando lo más duro a los gobiernos regionales. La otra fue la irrupción de Pablo Iglesias, el líder comunista de Podemos, que se encargó de enfangar la campaña, introduciendo debates artificiales sobre la violencia y con montajes obscenos que fueron desmontados en plena campaña. Téngase en cuenta que España es el quinto país más seguro del mundo y que en Madrid el año pasado apenas sí se registraron 20 asesinatos. Una tercera cuestión, y de notable relieve, fue la polémica acerca de abrir o no la hostelería en pleno estado de alarma. Como Isabel Díaz Ayuso contaba con esa competencia, graduó de manera inteligente los horarios de bares y restaurantes, así como de pequeños comercios y eso ha sido uno de sus mayores aciertos, junto con la construcción de un hospital específicamente dedicado a atender enfermos de covid-19, lo que restó presión a la red hospitalaria de Madrid.
Detrás de todo, sin embargo, estaba el debate que los españoles tienen ante ellos. Se trata de la apuesta de Pedro Sánchez, apoyado por una alianza de comunistas, independentistas y filoetarras, por un estilo de gestión muy personalista y por una acción de gobierno corrosiva con los consensos democráticos que han funcionado en España hasta ahora. En Madrid, los ciudadanos de la capital le mostraron a Sánchez que el camino que él ha elegido no es el correcto.
Los resultados y lo que hay tras ellos
Vayamos con los datos de la victoria electoral del martes pasado que tanto ha ilusionado también al resto de España. Un somero análisis de los mismos nos ayuda a entender la dimensión de lo acontecido. Empecemos por la participación: fue masiva, toda vez que se superó el 76 por ciento del censo. Ha sido una movilización francamente notable. Esa movilización explica que el PP haya conseguido casi 900.000 votos más que hace dos años, cifra nada desdeñable. Es más, logró distanciarse de su inmediato seguidor en más de un millón de votos, dato más que sobresaliente. En ese considerable aumento se encuentran más de cien mil votantes socialistas, y muchos de Ciudadanos y Vox, según las estimaciones de los expertos en sociometría. En realidad, los electores no son patrimonio de ningún partido. Cuando se vive en libertad y democracia, los ciudadanos ejercen su derecho en función de muchas coyunturas y la actual de Madrid y el conjunto de España explican lo ocurrido. Fíjese el lector en que la candidata del PP y ganadora de esa jornada aunó más votos que la suma de los tres partidos de la izquierda. El PSOE de Sánchez quedó, además, relegado a tercera fuerza en la propia capital. Ya había ocurrido lo mismo en las elecciones autonómicas de Galicia y el País Vasco, lo que augura un mal futuro para Sánchez.
Todo comenzó cuando Inés Arrimadas, la líder del menguante Ciudadanos, de centro derecha, mal asesorada y jaleada desde la Moncloa, decidió pulsar el botón nuclear y poner en marcha unas mociones de censura en aquellos lugares donde apoyaba a gobiernos autonómicos del PP. Ahí comenzó su declive y, simultáneamente, el ascenso de una figura nueva y original en la política española como es Isabel Díaz Ayuso. Una mujer desacomplejada que le dice a una parte de la sociedad lo que quiere escuchar, sin necesidad de ser rehén de la dictadura de lo políticamente correcto. Por eso se atrevió a confrontar su idea de una sociedad abierta y libre frente a la propuesta del intervencionismo de la extrema izquierda que ahora mismo nos atenaza.
Pedro Sánchez tiene que tomar buena nota. En España no hay millones de votantes de extremistas. La mayoría del cuerpo social es gente moderada y de centro. Desde esa posición, le irrita la sectaria gestión que este gobierno está haciendo con la educación, con la sanidad, con los impuestos y con la convivencia. Sánchez, en realidad, no tiene nada que ver con las ideas que alentaron históricamente a la socialdemocracia. Sánchez, como Pablo Iglesias, solo tiene un proyecto personalista. Solo desea mantenerse en el poder. Su vocación de servicio público, de defensa del bien común, es nula.
El hecho de que Más Madrid, escindido de Podemos, haya superado por unas décimas al viejo PSOE es la mejor demostración de que el socialismo pierde, como ya ocurrió en Galicia, cuando se instala en el extremismo. Para eso, los votantes se van con el original, sea este extremismo independentista o comunista.
En las horas siguientes al varapalo de la izquierda madrileña, el dirigente comunista Pablo Iglesias, al que siempre se le acusó de ser una franquicia chavista en España, dimitió y dijo que dejaba la política para siempre. No me fío. Pedro Sánchez y su partido, sin embargo, no hicieron autocrítica alguna y se limitaron a descalificar a los cientos de miles de madrileños que votaron la opción moderada y liberal de Isabel Díaz Ayuso. No termina de hacer la reflexión sobre lo que ha permitido contaminar al histórico PSOE, el de personajes como Felipe González o Alfonso Guerra, con movimientos identitarios, supremacistas y particularistas. Felipe González, por su parte, advirtió que su partido necesita una reflexión interna, volver a los caminos y a las ideas que alentaron a la eficaz socialdemocracia española. Me temo, sin embargo, que Sánchez, en su infinita soberbia, no hará caso al viejo patrón de la izquierda.
Lo relevante es que Madrid ha enseñado ya el camino para que la democracia en España se regenere por la vía de la alternancia y el aire fresco de la libertad, ni más ni menos que lo que Isabel Díaz Ayuso ofreció a los madrileños: “Comunismo o libertad”. Escogieron libertad. soberbia, no hará caso al viejo patrón de la izquierda.
Bieito Rubido
Periodista y exdirector del Diario ABC