Andrea Camilleri (1925-2019) es el escritor italiano más popular del siglo XX. Autor de más de un centenar de libros, los más conocidos son protagonizados por el entrañable comisario Salvo Montalbano, el pintoresco equipo que trabaja con él y quienes le rodean, en especial Livia, su temible pareja. Sin embargo, es injusto encasillar a Camilleri como autor especializado en el género policial, ya que legó un corpus que además de enorme, abarca la poesía, la narrativa, el guion cinematográfico, el drama, la dirección teatral y radial y por cierto el periodismo de excelencia.
Ejercicios de memoria, su última obra y en cierta manera un legado literario, es, en parte, continuación de
Háblame de ti, bella carta dirigida a una de sus nietas, si bien este hermoso y vibrante conjunto de piezas, se dirige a Silvia, la mayor entre las descendientes de la tribu Camilleri, todas mujeres. A pesar de haber perdido la vista a los 91 años, Andrea Camilleri no permitió que el abatimiento hiciera presa de él ni que la oscuridad penetrara en su lúcida mente. Así escribió dictando hasta el último de sus días, en la verbalización encontró un renovado camino para entregarnos sus relatos y desde el principio mismo de la ceguera se esforzó, con obstinada sutileza, a enhebrar los recuerdos de una prolífica carrera, haciéndonos partícipes de su singular y excéntrica visión de la vida y la sociedad humana. En ese sentido,
Ejercicios de memoria supera con creces el relato autobiográfico y entra de lleno en la crónica histórica. Un aliciente extra de este volumen son los dibujos que lo ilustran, encomendados a artistas italianos de talla mundial.
Ejercicios de la memoria nació como un medio de ejercitar esa particular forma de escritura originada en la ceguera y en el forzado recurso a hablar, en lugar de escribir directamente. En sus inicios, este notable compendio pretendía ser solo un cuaderno de verano, con veintitrés retratos de personas y lugares, ideados a lo largo de las vacaciones. Como suele suceder, el volumen fue creciendo, aun cuando nunca hasta alcanzar mucho más que las doscientas y tantas páginas —Camilleri detestaba componer textos largos o, en otras palabras, irse por las ramas— y es en este aspecto cuando el maestro de la novela negra alcanza su grandeza: hay desternillantes y peculiares episodios de su entorno familiar; tenemos breves y profundos esbozos de los políticos y hombres y mujeres de letras a quienes más estimó y, sobre todo, Camilleri proporciona un vibrante panorama del reciente pasado europeo. Por último,
Ejercicios de la memoria conforma un ingenioso entramado libresco que va ligando, con una chispa y liviandad admirables, sonidos, olores, colores, conversaciones, retazos y reminiscencias que surgen desde lo más íntimo de su ser, por lo que, justamente, la crítica peninsular ha calificado este ejemplar como pilar básico para comprender la capacidad creativa de Andrea Camilleri.
Por más que Camilleri frecuentara a cineastas, pintores, actores, directores, productores o literatos de nivel internacional —Visconti, Antonioni, los poetas de la generación beat y tantos otros y otras—, es en el esbozo de seres y personajes desconocidos donde su pluma brilla con más elocuencia: el traslado de las cenizas de Luigi Pirandello abre, en forma hilarante, esta compilación; un mendigo que ama tanto a su gata que le deja en herencia una fortuna; un lugar paradisíaco e incontaminado donde todo vale la irrisoria suma de mil liras; un circo esmirriado que hace las delicias del niño siciliano que fue Andrea, junto a sus amigos; una función de teatro que termina en catástrofe; una aventura con mafiosos; una chica de mala vida que muere gloriosamente; un dueño de quiosco napolitano que no tiene idea de qué diarios vende; una meditación en torno a los premios literarios a partir del ejemplo de Thomas Bernhard, de quien Camilleri confiesa estar a años luz; un poeta que vive muerto de frío y se abriga hasta las orejas en pleno verano; un ingeniero que planea destruir Malta mediante cometas caseras; el padre de Andrea obligado a funcionar como médico de un oficial soviético, por lo que es galardonado y portada en Pravda; un vate y dramaturgo surrealista que fascina al joven Andrea; innúmeros incidentes con la censura de posguerra; bataholas con actores y actrices temperamentales así como una verdadera enciclopedia de lo privado durante el siglo que hace poco terminó, conforman el sabrosísimo aliño de
Ejercicios de la memoria.
Con todo,
Ejercicios de la memoria no sería lo que es si no fuera por esa aparente simpleza que, sin proponérselo, Andrea Camilleri despliega en cada una de las páginas de esta fascinante compilación. En este caso, simpleza no quiere decir falta de imaginación, sino todo lo contrario, vale decir, profundidad, emotividad, talento, en suma, Camilleri al cubo.