Este es un hecho menor y así se interpreta, anecdótico y risible, que no da para discusión ni para complicarse la existencia.
Se trata de un árbitro de fútbol, de apellido Lara o quizás Larita, entre amigos, que descubrió que el entrenador Gustavo Quinteros vulneraba el título VI del artículo 35, porque estando en la banca, en vez de zapatos, que es lo que señala el reglamento, se había calzado zapatillas.
La infracción pasó inadvertida, pese a lo ilegal del hecho, pero el que sopla el pito, un experto en detectar lo perceptible y más lo imperceptible, anunció con su denuncia que la ley es la ley, por lo que fijó la falta y le otorgó un brillo reglamentario y también simbólico a los hechos.
El brillo de la institución que mira desde la cueva, y con temor, los cambios de época, porque sus razones son las del régimen que va de salida y aún resiste las nuevas modas y palabras, los medios digitales, los cortes distintos y la confección sin fronteras.
Instituciones que prefieren la uniformidad y solicitan amortiguar las críticas: sí a la constructiva y no a la destructiva, exigen los constructores del antiguo régimen. Era que no. Que nadie los horade y cuestione, que nadie los desarme y descubra. Que nadie les complique la existencia.
En consecuencia, haga lo correcto, quédese en la anécdota y no se arriesgue al correctivo. Existe un artículo sobre el vestuario. Punto.
¿Por qué se rechazan las zapatillas: por precio, diseño o carácter informal? Porque sí no más, y no pregunte nimiedades, ¿se dice así? Leseras, en buen chileno.
¿Por qué solo camisa con cuello y no poleras? No le siga dando vueltas. Hay cosas más importantes. Piense en el país.
¿Cuál es el espíritu de estas normas? Cabréese.
“Pep” Guardiola, en el último partido de la Champions, lució un jersey ceñido y por debajo no se sabe lo que había, si es que algo había, en todo caso no era camisa.
Pocos entrenadores de las Copas Libertadores y Sudamericana, es cosa de verlos, cumplen con la otra exigencia: zapatos y no zapatillas.
El técnico Gustavo Poyet, sin saber, se convirtió en infractor, por no seguir la orden del día, pero fue excusado, porque no está de más pedir perdón para acentuar el reglamento y ni siquiera discutirlo.
Además está la alternativa, para el entrenador, del buzo como vestuario. A cualquier buzo se le costurea o pega el escudo de la institución, y con eso cumple, porque se pide obediencia y acatar el pensamiento oficial.
No le siga dando vueltas a una cosa tonta y mínima, que se solucionó rápido y sin protestas. No haga olitas y no se haga problemas: zapatos y no zapatillas, señor, lo establece el reglamento, en su artículo 35, título VI, por lo tanto es una orden, y las órdenes son perentorias, señor: no se piensan, sino que se cumplen. No piense. No se complique la existencia.