Cuando hace algunos meses les propuse en esta columna analizar el “fenómeno Jiles” aplicando como paradigma el “fenómeno Trump” reconozco que me sentí exagerando.
Pero me quedé corto.
Pamela Jiles es una versión más sofisticada de Trump. Ella incorpora en su fórmula incrustaciones que Trump ni conoce, y que le significan ganarse segmentos de la población como los jóvenes, donde tiene el apoyo mayoritario, como mostró la encuesta CEP esta semana.
Me refiero, por ejemplo, a la subcultura “otaku”, que es mucho más que la estética animé, manga o dorama. Es, de algún modo, también una ética, donde todo vale y lo único obligatorio es el fanatismo.
Así, Pamela Jiles construyó un proyecto político siguiendo la misma matriz argumental de la diputada Ilona Staller (también conocida como Cicciolina), que logró hacerse un lugar en la política italiana desde la farándula hardcore.
Después, Donald Trump importaría al continente americano el mismo libreto.
Y llegaría a Chile de manera definitiva con Pamela Jiles (tras intentos incompletos de figuras como Raquel Argandoña o Maite Orsini).
Ahora bien, la evidencia muestra que estos “productos” elaborados en base al molde farándula-radical, populismo-porn, fanatismo-fundamentalista y talento comunicacional suelen durar poco. La pobre Cicciolina hoy envejece pobre y solitaria, mientras Trump no logró reelegirse y es muy incierto que vuelva al poder.
Sé lo que están pensando. Sí, esta semana Pamela Jiles apareció como la figura pública mejor evaluada del país en la encuesta CEP. Pero eso se explica porque, metafóricamente hablando, esta semana alcanzamos el peak del brote epidémico del “Jilismo”, como lo explicaría Enrique Paris (o más bien, Paula Daza respondiendo una pregunta dirigida a él).
Y si uno hace doble clic en los números de Jiles en la encuesta encuentra lo mismo que había en la popularidad de Staller y Trump: votantes jóvenes y/o con estudios incompletos.
¿Cuánto tiempo durará la epidemia Jiles?
Meses o años, porque tiene edad y energía para seguir. Y mucho dinero: una fortuna que hoy alcanza a más de 55 mil millones de dólares, lo que la hace disputar con Michael Bloomberg el puesto número 20 entre las mayores fortunas del planeta. Porque sí, ese es el monto que implican los tres retiros de ahorros para la vejez desde las AFP. Y ella simbólicamente se adueñó de ellos. Su carrera política se ha financiado con eso. Queda mucha plata en esas cuentas de ahorro, y ella intentará “pasar por caja” también.
No les quepa duda de eso, porque el dinero es la esencia de este modelo de negocios de la política: aquí lo que quita el sueño son los ricos, no los pobres; lo que importa es ir por los millonarios, no en ayuda de los indigentes.
Como ven, hemos construido un monstruo. Yo mismo soy responsable, escribiendo sobre ella, aumentando su fama.
¿Qué hacer? Construir otro monstruo, que la derrote.
Partiría por “enchular” a los prototipos que ya están en la cancha; potenciarlos sacando las mejores piezas de unos para ponerle a otro. Pondría algo de Lavín, de Sichel, de Briones, de Desbordes y de Matthei en un solo proyecto político.
Armaría un modelo con un poco de Rincón, de Narváez, de Heraldo... O quizás, la centroizquierda tenga que ungir de una vez a Yasna Provoste.
No lo sé, pero de que hay que moverse… hay que moverse.