Se pensaba que Universidad Católica estaba en condiciones de competir en la Copa Libertadores. El grupo F, con Atlético Nacional de Medellín, Argentinos Juniors y Nacional de Montevideo no era fácil, pero asomaba abordable sin los colosos brasileños y los grandes argentinos.
La cancha, donde está la única verdad, otra vez aterriza las ilusiones. El por masacre mejor equipo de los últimos cinco años del fútbol chileno, interrumpido solo por un 2017 que marcó el final del período de Mario Salas, no tuvo ninguna opción de amagar la superioridad de los “Bichos Colorados”, novenos entre 13 en el grupo A de la Liga Profesional Argentina.
El conjunto dirigido por Gustavo Poyet acrecentó las dudas que exhibió frente a Atlético Nacional en la derrota 2-0. En los dos partidos, sus opciones de gol no completaron los dedos de una mano. Inquietante. Lo más grave es que después del triunfo frente a Colo Colo, el cuadro de la franja inició una declinación ostensible. Si algo distinguió a Universidad Católica, en las buenas y en las malas, es que representó un estilo: pelota a ras de piso, circulación, uso de las bandas o de la zona interior del campo, individualidades que no eludían la gambeta.
Hoy nada de eso sucede y la memoria nos lleva a recordar los tránsitos de Luis Santibáñez, Oscar Garré y Julio Falcioni, quienes más allá de sus deficientes resultados, estaban en las antípodas de lo que siempre fue el fútbol de la Católica, con el artículo adelante, como la identificó el hincha y el futbolero de siempre. Alguien dirá que el conservadurismo de Beñat San José no se emparentaba con la tradición de la UC. Una cosa es la disposición en el terreno de juego y otra —muy distinta— los recursos usados. Con el vasco, la pelota se respetaba.
¿Será capaz Poyet de cambiar el rumbo?
Se ve complicado. En los cotejos del torneo local, salvo frente a Palestino, sufrió e incluso cayó ante el orden de Audax Italiano. Era riesgosa la apuesta con el exmediocampista de la selección charrúa. Desconocía el medio, a los rivales del continente y quienes lo acompañaron al viaje a Sudamérica tampoco estaban imbuidos de lo que encontrarían en este lado del charco. En este tramo de su ciclo se aprecia que los jugadores no están cómodos, cuesta encontrar las líneas de pase, no se genera superioridad numérica en las orillas, no hay balones al espacio y Fernando Zampedri queda sin abastecimiento y termina con fastidio. Tal como Ariel Holan, insiste en ubicar a Diego Valencia como puntero, donde no se acomoda.
Es cierto que Universidad Católica fue el club más perjudicado por la pandemia a la hora de la renovación del plantel. Era llamar al conflicto no resolver ese tema cuando estaban en plena carrera por el tricampeonato. En circunstancias normales, la mirada fría y la planilla Excel bajaban el pulgar a la continuidad de al menos cuatro jugadores.
Hoy el tiempo apremia. La dirigencia está en una encrucijada. ¿Mantiene las convicciones e intenta sostener el proyecto hasta que cuaje o hace tripas corazón, reconoce que se equivocó y enmienda la plana? El crédito del tricampeonato apuntalaría el viraje del timón.