Intención expresiva en la palabra e intensidad de canto se conjugaron en la voz de la mezzosoprano alemana Christa Ludwig, artista imprescindible del mundo lírico del siglo XX. El director Leonard Bernstein decía que ella era la mejor intérprete de Brahms, pero que cuando la vio cantar las óperas de Richard Strauss, también allí reinaba, y que cuando la escuchó en Wagner, tuvo que agregar un tercer trono para ella. Y podríamos sumar Mozart, Schubert y Mahler, tan diferentes, e incluso tocar Bellini, Verdi y Puccini: grabó Adalgisa (con Maria Callas en el rol titular de “Norma”), Lady Macbeth (con Karl Böhm) y la Zia Principessa (en la “Suor Angelica” de Joan Sutherland).
Christa Ludwig murió el sábado 24 de abril en su casa de Klosterneuburg, Austria, a los 93 años. Quien la escuche como Fricka en “La Walkyria” o Amneris en “Aida” difícilmente podría imaginar que se inició como soprano ligera; esto le habría permitido mantener los agudos cuando resolvió hacer carrera como mezzo. Alternó roles de ambos registros durante toda su vida: así como cantaba al adolescente Cherubino de “Las bodas de Fígaro”, también era la más tremenda Clitemnestra en “Elektra” o la reflexiva Mariscala de “El caballero de la Rosa” y la valiente Leonora de “Fidelio”. Todo esto sin olvidar jamás la música de cámara, pues era en el lied donde ella desplegaba su exquisita musicalidad y su sabiduría en el uso del verbo: forma parte de ese Olimpo en el que viven hoy Elisabeth Schwarzkopf, Dietrich Fischer-Dieskau y Fritz Wunderlich.
También abordó la música contemporánea, en contacto con compositores como Britten (“Peter Grimes”), Orff, Liebermann (de quien estrenó “Escuela de mujeres”, en 1957), Nono, Boulez y Bruno Maderna. El compositor Gottfried von Einem creó para ella el rol de Claire Zachanassian en su ópera “La visita de la vieja dama”, basada en la obra homónima de Friedrich Dürrenmatt y estrenada en Viena en 1971. En su enorme discografía no se pueden olvidar las óperas de Mozart, Strauss y Wagner, como tampoco sus ciclos de lieder y sus tres versiones de “La canción de la tierra” (Mahler), dirigidas por Otto Klemperer, Herbert von Karajan y Leonard Bernstein.
Fue Karl Böhn quien la contrató en la Ópera de Viena, donde estuvo tres décadas desde 1956 y donde cantó 42 roles en 769 funciones. En el Metropolitan de Nueva York debutó con Cherubino y llegó a completar 117 actuaciones hasta 1993. Aunque siguió cantando en conciertos hasta 2003, se despidió de la ópera el 14 de diciembre de 1994, en Viena, con su antológica Clitemnestra.