La sensación que quedó del partido que Universidad de Chile le hizo a Colo Colo en el Monumental es que los azules no fueron capaces de arriesgar más cuando tuvieron el control del partido. Es decir, en los primeros 45 minutos.
Pero si bien esa puede ser una idea atendible, no parece ser explicación suficiente para la derrota.
En realidad, lo que fue más evidente fue la falta de variedad en la oferta futbolística y que es, en rigor, lo que ha estancado la evolución del trabajo del DT Rafael Dudamel.
Está claro que el adiestrador venezolano ha pecado de un dogmatismo excesivo que lo ha llevado a tomar decisiones si no erróneas, al menos carentes de justificación en momentos esenciales de varios partidos.
La insistencia de mantener forzosamente una estructura con delanteros abiertos a la larga ha impedido el mejor rendimiento de algunos hombres. Y si en los primeros partidos de la era Dudamel el gran perjudicado con ello fue Pablo Aránguiz, ante Colo Colo fueron Ángelo Henríquez y Nahuel Luján los sacrificados para mantener mañosamente el esquema.
No es todo. Resulta poco entendible —y eso es algo que bien aprovecharon los albos en el segundo tiempo— que Dudamel fuerce la dirección y el voltaje de la creación de su equipo en virtud de las sinuosas decisiones y de la capacidad física de Gonzalo Espinoza.
Y es que está claro que el volante es para Dudamel el eje fundamental del mediocampo en términos de construcción. Y si bien Espinoza tiene la exuberancia y la personalidad para convertirse en líder eventual de su equipo, conforme pierde precisión y aumenta su desgaste no cede la manija, sino que, alentado desde la banca, solo se reubica, teniendo la opción de que con ese movimiento la U se quede sin conducción.
Es verdad que lo de Dudamel no es un pecado solo de él.
En la vereda que tuvo al frente el domingo, el proceso de conversión ha sido igualmente lento y duro. Gustavo Quinteros se negó sistemáticamente el torneo pasado a plantear variaciones a su esquema. Y si bien en este torneo tácticamente no ha aventurado grandes revoluciones, la posibilidad de armar un plantel más variado, más la presencia de un volante mixto como no tenía antes, le ha dado por lo menos la posibilidad de hacer movimientos tácticos que, como ante la U, encaminaron a Colo Colo a tomar el control relativo del partido en el segundo tiempo y, en un par de jugadas, establecer mayores posibilidades de gol.
Dudamel y la U están, sin duda, lejos de eso. Previo al partido ante los albos se apostaba que la presencia de Henríquez y Larrivey, más la anunciada titularidad de Luján (que finalmente no se cristalizó), generaría la reconstrucción táctica de la U con dos creadores y una dupla de peso en el área rival.
Pero no, fue solo una especulación. Dudamel optó por los de siempre, con Rodríguez por un lado, Henríquez por otro y Larrivey como pívot. Ni siquiera cuando entró Luján por Rodríguez hubo un cambio porque el primero entró a hacer lo que hacía el segundo.
Mucha obstinación la de Dudamel. La está pagando cara.