Hoy se entregan los Oscar y una de las películas que compiten con “El agente topo”, en la categoría Mejor Documental, es rumana y fue dirigida por Alexander Nanau: “Colectiv”.
Colectiv era una discoteca repleta el 30 de octubre de 2015, en vísperas de Halloween, y por el escenario “Goodbye to Gravity”, grupo de heavy metal, y el cantante, micrófono en mano, termina el tema y divisa la llama, entonces pide un extintor, pero el fuego salta, viene el griterío, la estampida y el resto está en la película.
De los cincos músicos de la banda hay uno con vida y en la tragedia murieron 27 personas, pero la película lo que realmente cuenta es la muerte de otras 37 a lo largo de los meses siguientes. ¿La razón? Corrupción de los directores de los hospitales, venta y compra de desinfectantes adulterados y una mentira voceada por los gobiernos: la salud rumana es equivalente a la alemana. Al final, a los infectados moribundos y desintegrados, los tapaban con sábanas, porque el personal no aguantaban mirar esa mezcla de heridas, podredumbre y gusanos.
¿Qué tiene ver lo anterior con el deporte?
Fue el periódico deportivo “Gazeta Sporturilor” y un equipo liderado por Catalin Tolontan, el que descubrió, siguió, investigó y denunció un caso que horadó al gobierno y a los favores políticos, botó a ministros de Salud y temblaron empresarios del ramo y médicos coludidos.
En el documental y durante una manifestación de familiares indignados, alguien grita a favor de los periodistas deportivos, porque fueron los primeros, y Catalin Tolontan, un editor de 53 años, explica la razón, en otra entrevista: “Estamos entrenados, somos periodistas deportivos”, por lo demás su orgullo: investigar, no temer, seguir, vigilar a las autoridades, no confiar en el poder.
Los empleados y enfermeras que denunciaron la corrupción, se acercaron a la “Gazeta Sporturilor”, porque no se medía según los raseros de izquierda o derecha, y eso les dio confianza: era un periodismo deportivo que, por lo demás, también reveló dopaje de atletas, platas sucias en clubes y trapos manchados en instituciones europeas.
Ellos sabían hacerlo y podían descubrir y publicar. Y lo hicieron. El resto está en la película.
Así con el periodismo deportivo. Están los subgéneros de la farándula y la pelota. Mesas redondas con ex jugadores que recuerdan anécdotas, cahuines de camarín y de cuando conocieron a tal o cual colega. Rankings con goles tontos, mejor atajada y peor patada.
Análisis táctico y estratégico, a fondo. Monografías para el crack retirado.Lo anterior, entre otras cosas, está muy bien y corresponde, pero sin olvidar que la tarea mayor, la más ardua y noble, es lo que recuerda la película y “Gazeta Sporturilor”: periodismo es el género.