El 27 de abril de 1921, un editorial de “El Mercurio” aplaudía el reconocimiento realizado por el gobierno de Arturo Alessandri a la pedagoga y poetisa chilena Lucía Godoy, quien había sido recientemente elegida como directora del nuevo Liceo Número 6 de Niñas de Santiago.

En ese entonces, Gabriela Mistral (ya conocida por su seudónimo) tenía 32 años y una larga trayectoria como maestra. Había dirigido el Liceo de Niñas de Punta Arenas, “que convirtió en un digno plantel educativo”, y desde 1920 realizaba esa misma labor en Temuco.

Su nuevo desafío sería organizar un establecimiento en el que se educarían las hijas de los trabajadores y que, “por su ubicación en un barrio modesto y populoso (Huemul), está llamado a una intensa obra social”. Como una muestra de apoyo a Mistral —pues su nombramiento en Santiago produjo recelo en ciertos círculos del magisterio—, el día en que asumió la dirección (14 de mayo) el diario publicó su “Oración a la maestra”, síntesis y alma de su labor pedagógica: “Señor / dame sencillez y dame profundidad / líbrame de ser complicada o banal en mi lección cotidiana (…)”.

Asimismo, se recordaban sus méritos como autora. Cabe destacar que desde que sus “Sonetos de la muerte” ganaron el primer premio de los Juegos Florales de Santiago (concurso organizado por la Sociedad de Artistas y Escritores de Chile), en 1914, su fama fue en ascenso: “Los que frecuentemente tienen en sus manos las grandes publicaciones iberoamericanas habrán podido ver figurar en sus páginas de honor el nombre de quien debe ser considerada como la más pura gloria literaria de este país”.

La dirección del Liceo N° 6 de Niñas fue su último trabajo en Chile antes de abandonarlo definitivamente. En junio de 1922 zarpó hacia México, donde trabajó con los intelectuales más destacados del mundo hispanohablante. Ese mismo año apareció en Nueva York “Desolación”, considerada su primera obra maestra.