En los primeros minutos de esta película, luego de que la niña Emma (Kaya Toft Loholt) dice que su entrenadora de fútbol no le gusta, su padre, Thomas (Mikkel Boe Følsgaard), le responde con una definición (o indefinición) central: “No sabes quiénes son las personas hasta que las conoces”. Esto ocurre al final de un virtuoso plano secuencia que por sí solo sugiere un momento importante.
Dos escenas después, Thomas y su esposa Helle (Neel Rønholt), Emma y su hermana mayor, Caroline (Rigmor Ranthe), comen unas pizzas como una familia “perfectamente normal” cuando Helle informa, de modo devastador, que ella y Thomas se van a divorciar. Y luego explica la razón: Thomas ha decidido convertirse en mujer. La niña Emma permanece unos minutos perpleja y luego se marcha al jardín. Está enojada porque no comprende lo que ocurre.
Desde ese punto, la película asume con intransigencia el punto de vista de Emma. Hay una larga escena en que la familia concurre a una reunión con una terapeuta, a la que Thomas asistirá vestido de mujer. En rebeldía, Emma se cubre cara y cabeza con una bufanda y el encuadre no deja ver al padre hasta que, en el límite, la niña acepta mirarlo: la figura patética que aparece en pantalla es lo que ve Emma.
Thomas ha decidido llamarse Agnete y no quiere dejar de ver a sus hijas, ni ellas a él. Pero mientras la adolescente Caroline se toma la nueva situación con naturalidad, Emma no termina de ajustarse al drástico cambio de sus condiciones familiares. La cámara permanece siempre cerca, registrando su perplejidad y su indefensión.
El relato está puntuado cada cierto rato por home movies filmadas en video mientras las niñas han crecido. Estas interrupciones recuerdan la construcción del mundo que se ofreció a Emma mientras crecía. Y, por lo tanto, convierten en decepción y frustración lo que ocurre ahora.
Este primer largo (danés) de la cineasta holandesa Malou Reymann se basa en su propia biografía y ha sido elogiada por su ausencia de juicios moralistas. Esto es cierto, pero lo contrario sería impropio de un cine mínimamente inteligente. Y es impropio soslayar el hecho de que Reymann registra el sufrimiento de una niña cuya identidad se está configurando —como sugiere su gusto por el fútbol masculino—, con el arbitrario y hasta cierto punto violento cambio de identidad que le plantea su progenitor. Si hay alguna concesión, es un final que no hace más que mezclar aceptación con resignación, acaso para ser solo un poco menos rudo.
Una familia perfectamente normal es una obra dura, triste y conmovedora.
EN HELT ALMINDELIG FAMILIE
Dirección: Malou Reymann.
Con: Kaya Toft Loholt, Mikkel Boe Følsgaard, Rigmor Ranthe, Neel Rønholt, Jessica Dinnage, Hadewych Minis. 94 minutos.
En MUBI