La franja electoral está suspendida y solo le restan dos días —12 y 13 de mayo—, pero ya se puede hacer un análisis global.
Primero lo haré desde la estética.
Me extrañó que el uso del dron, algo característico en las piezas audiovisuales modernas, fuera tan escaso y casi nulo, cuando es un punto de vista ideal, por lo lejano y alado, que favorece a los protagonistas: chilenos del aquí y ahora.
En vez del dron, se privilegiaron los primeros planos. Un craso error que resaltó la poca armonía facial, el desequilibrio estructural y la asimetría sin vuelta. Lo anterior comprende a cada uno de los integrantes de los pueblos de esta tierra, originarios y no originarios, sin excepción.
No sé quién fue primero, pero después de dos siglos y más, los resultados no corresponden a los cánones clásicos de la belleza.
Siempre, por supuesto, se pueden discutir esos cánones, pero mientras no se resuelva y como se trata de una franja electoral, háganme caso, para los días que quedan: el dron, chiquillos, desde lejos y como planeando, pueden hacer lo que quieran, correr, tomarse de las manos, tirarse de guata, avanzar en comunidad y dar señales de unidad.
Esas imágenes son mejores que una ristra de fotos carné parlantes.
Ni los que entraban a Sing Sing eran tan feos y los de Sing Sing se iban para dentro, porque no iban para constituyentes o alcaldes o gobernadores. Hay una diferencia ¿o no?
Recuerden la película El exorcista, cuando en un puro pantallazo de milésimas de segundo aparecía el rostro del diablo. Apenas se veía, pero todavía lo recuerdo. Así que no por aparecer poco y nada, ese rostro se va a recordar menos. Es por miedo e inquietud, pero jamás por el voto.
Después del corto receso, recapaciten y repito mi consejo, para cuando vuelvan: huyan de los primeros planos.
Otrosí: abunda el sobrepeso, como es lógico. Estamos en Chile.
En nuestros grandes pastizales y horizontes sin límites no estuvo ni Gerónimo ni Cochise en la actitud y tampoco en la pose, ¡qué les pasa! Tampoco sean rencorosos, pero si vienen por mí, desde ya les ofrendo mi cuero cabelludo, que es como el pelo de una muñeca de casa de remolienda. Un par de mechas sueltas.
Continúo con el análisis.
Feos redomados y sin vuelta.
Feos a caballo, de sport y sin dominio de cámara.
Feos de a pie, mal vestidos y detrás de anteojos pasados de moda.
De nuevo: eviten los primeros planos y si deciden emplearlos, difuminen las imágenes y prefieran el borrón que oculta y disimula, en vez de la nitidez que revela y desnuda.
Por si acaso: estamos hablando de todos, todas y todes, que es de los términos más feos del mundo, así que ante la pregunta ¿y las chilenas?, la respuesta es la siguiente: es una colombiana que no llegó a ser o es una sueca tipo letona. Se quedó a medio camino e intentó la reparación sin las piezas originales y se fue a lo alternativo, por precio, comodidad o franca desilusión, precisamente por tener a su lado a un hombre tan recontra feo. Así es como una cosa llevó a la otra y podría seguir con lo clásico, pero escuché al tordo silbar mi nombre.
Dejémoslo hasta acá.
Hasta aquí nomás llegué.