“Todo lo salvaje tiene algo malo adentro”, dice John mientras monta un potro recién domado. “Quieres dejar algo de eso ahí, porque lo necesitas para sobrevivir”. Esta reflexión íntima, experiencial y vertiginosamente profunda, define en buena medida a John Winters (John Reddy), un adolescente sioux lakota que vive con su hermana de 11 años, Jashaun (Jashaun St. John), y su madre, Lisa (Irene Bedard), en un poblado de la reservación de Pine Ridge, en Dakota del Sur.
Los lakota doman potros, montan toros y boxean. Los muchachos no tienen otras aspiraciones. Excepto John, que quiere irse tras su novia blanca a vivir en Los Angeles. A los pocos minutos del metraje, la familia es informada de que su padre ha muerto calcinado en su casa. Pero este hombre, según se dice, tuvo nueve esposas y 25 hijos, por lo que no es raro que por allí muchos lleven el mismo apellido y sean hermanastros sin saberlo.
El discurso oficial, la ley y los predicadores combaten con tenacidad el alcoholismo, aunque todos beben en cantidades. John ha hecho sus ahorros traficando cervezas y vodka desde una cantina y su madre, con sus novios de ocasión, es también una bebedora culposa. Otro hermano está preso por pendencias y no vacila en cargar su historial de fracasos sobre la espalda de su madre.
Afuera, las grandes llanuras frías, con las tormentas que truenan a lo lejos, como recuerdo de que lo salvaje está cerca.
La película adopta los puntos de vista de John y Jashaun y, en menor medida, también el de Lisa. Y con ellos teje, lentamente, sin moralina, el complejo cuadro de clausura y libertad en que se mueven las lakotas, intensamente ligados con su paisaje sin bordes. Con notable agudeza, la cineasta Chloé Zhao sitúa el horizonte en el centro del cuadro, sugiriendo ese equilibrio que solo puede romperse con la frustración y el alcohol. “Lo salvaje tiene algo malo adentro”. Aquí no hay malos. Solo temperamentos salvajes.
La delicadeza, el cuidado, el afecto que Canciones que me enseñaron mis hermanos (2015) profesa hacia sus personajes es tan inusual, que seguramente explica por qué Chloé Zhao (Zhao Ting de nacimiento) ha llevado, en apenas cinco años, una de las carreras más fulgurantes del Hollywood de las últimas décadas. Su película más reciente, Nomadland (de próximo estreno en Chile), postula a seis Oscar, incluyendo el de Mejor Dirección, y ya tiene contratos para filmar un western sobre el primer sheriff negro y el inicio de la saga Los Eternos de Marvel. Multiculturalismo a tope. Esta vez, de la mano de una cineasta excepcional.
Songs my brothers taught me.
Dirección: Chloé Zhao.
Con: John Reddy, Jashaun St. John, Irene Bedard, Taysha Fuller, Eléonore Hendricks, Travis Lone Hill, Jorge Dull Knife.
99 minutos.
En MUBI