Colo Colo ha dado pasos adelante en el proceso de certificación de Gustavo Quinteros como entrenador del equipo y eso es lo que más o menos está quedando claro en las presentaciones albas en la actual temporada.
Incluyendo aquel extraño partido que terminó perdiendo ampliamente contra la UC en la final de la Supercopa —y que en realidad tuvo explicación física, emocional y posicional, y no tanto de ajedrez táctico entre los DT, como se intentó establecer en su momento—, el equipo albo versión 2021 ha evidenciado una evolución interesante desde el ángulo de la propuesta.
Y en ello tiene mucho que ver el duro y a veces inentendible proceso que los entrenadores de Colo Colo han llevado a cabo en los últimos años y que solo ahora está rindiendo ciertos frutos.
Desde la partida de Pablo Guede (y el breve paso de Héctor Tapia), es evidente que la obsesión de Mario Salas, de Gualberto Jara y por cierto de Quinteros fue la de intentar el potenciamiento del concepto de intensidad de juego como forma de aumentar la competitividad del equipo. Y eso a pesar de que ninguno tuvo todas las herramientas para llevar a cabo ese objetivo.
Los tres fueron así direccionados por la cabeza técnica de la institución —el gerente deportivo Marcelo Espina—, pero se encontraron con una traba que parecía insuperable: el poder y la distinción futbolística del plantel estaba radicada en jugadores mayores que imponían sus pergaminos con exigencias de todo tipo, incluidas por cierto las de opinar sobre la estructuración y la forma de juego de las oncenas. Ello fue creando una pugna que, multiplicada por las pésimas decisiones de dueños y funcionarios durante el receso pandémico, provocó una crisis de proporciones donde no solo quedó en entredicho el plan técnico, sino que se puso en riesgo algo que estaba fuera de toda lógica, considerando la calidad individual del plantel: la permanencia de Colo Colo en la Primera División.
Poco a poco, sin embargo, el proceso de depuración se fue realizando. Y pese a que aún muchos lloran la salida de ídolos históricos, es un hecho concreto que aquellas partidas están permitiendo a Colo Colo avanzar en algo, por fin, en el objetivo futbolístico planteado.
En sus primeros partidos de la temporada, Colo Colo ya juega con mayor soltura, es una escuadra más intensa en la recuperación de la pelota (vaya que ha ganado en eso), con volumen ofensivo más potente y variado, y con un juego asociativo mucho más pulcro que años anteriores, donde campeaba el pelotazo largo y desesperado.
El partido frente a O'Higgins, pese a haber terminado en una derrota, evidenció en cierta forma todo eso. La expulsión de Matías Zaldivia llegó justo en el momento en que Colo Colo había tomado el control del partido y después de eso, si bien tuvo que preocuparse por muchos minutos del reordenamiento defensivo, dio muestras de la convicción de seguir jugando bajo la misma idea que exhibía en sus mejores momentos.
Quinteros tuvo el mérito de mover poco el equipo para no perder la idea general que quiere imponer, y los cambios en la parte final del partido denunciaron que, al menos por ahora, no habrá claudicaciones en la búsqueda de ese ideal que tanto ha costado alcanzar y que, ahora, al menos, está germinando incluso en resultados adversos. No es poco.