Se supo una noticia sorprendente: algunos jugadores firmaron dobles contratos con sus clubes.
Una cosa rarísima y totalmente desconocida, que provocó desconcierto total.
Hay que investigar a fondo lo del doblez que se realiza con el fin de ganar más, los unos, y con el fin de eludir algo, los otros: impuestos, tasas, tramos, pagos y un largo etcétera.
La insólita información desató un asombro generalizado entre los dirigentes del fútbol, porque primera vez sabían de algo así.
La noticia del doble contrato, sin duda un hecho inusual, se extendió como reguero de pólvora seca, porque se trata de una fórmula contractual inconcebible de la cual nadie tenía conocimiento y ni siquiera sospecha.
Algo nunca visto y por eso el estupor y desde luego la alarma, porque algo extraordinario estaba, o está, ocurriendo en el fútbol chileno.
Hay momentos históricos, en la literatura, equivalentes.
Hay que pensar en esa comadrona inglesa, gorda y pesada, que sale de los aposentos reales y recorre los pasillos, corriendo y gritando algo así: “¡Fue varón, fue hombre!”, y la corte se enloquece y desordena con la noticia, porque el trono tiene heredero.
¿Habrá sucedido algo parecido, en términos de impacto emocional, cuando los dirigentes de Curicó Unido, Colo Colo o bien los directivos de la ANFP, descubrieron lo inaudito de los dobles contratos?
Es posible.
En la más alta de las atalayas de piedra, estamos hablando de la ciudad de Minas Tirith, capital del reino de Gondor, el vigía descubre en el horizonte plano y lejano la cabeza de un troll y una mancha de orcos, así que pone la voz en el cuello: “¡Saruman, Saruman, ya vienen, ya vienen!”.
¿Se compara el sobresalto de los habitantes de Minas Tirith con el asombro que cayó sobre los dirigentes de San Felipe, Rangers o Universidad de Chile, cuando conocieron la existencia de esos contratos imbunches?
Es posible.
En el palo mayor de un bergantín, el Pequod, y sobre la cofa y afirmado entre cordeles, un vigía otea el enorme mar y de pronto, lo que parecía una ola o dos o tres, acaso, se convierte en el lomo de un cachalote blanco, entonces grita su hallazgo: “¡Es Moby Dick, Moby Dick!”.
¿La prisa de Starbuck hacia el bote y lo de Queequeg en busca del arpón, también la zozobra de Ismael, se pueden poner a la altura de la sorpresa con la que los dirigentes de Unión La Calera conocieron algo tan obtuso e impensado como la existencia de los llamados dobles contratos?
También es posible, pero con una salvedad, en este caso.
Los dirigentes de Unión La Calera están abocados no en un doble contrato, sino en un caso extrañísimo, que es propio de la actividad paranormal o de las identidades duplicadas.
La recomendación es una tarde de cine, programa doble: “Los mellizos del terror” (1972) y “Los usurpadores de cuerpos” (1978), mientras le pasan la lengua a un helado dos en uno. Se lo merecen.