En este país, a los adultos nos tratan como niños y a los niños los tratan como adultos.
Los niños no pueden usar la banda horaria para salir a hacer ejercicios entre las 6:00 y 9:00 horas, porque a las 8:00 horas tienen que estar sentados en la clase online. Los niños no pueden tampoco ir al colegio, pese a que un estudio difundido esta semana muestra que solo el 2% de los establecimientos presentaron brotes de contagio mientras estuvieron abiertos en marzo. ¡Los niños ni siquiera tienen derecho a que sus cuerpos crezcan! Porque si lo hacen y la ropa les queda chica, no podrán pedirles a sus padres que les compren prendas nuevas, porque está prohibido por la autoridad sanitaria. Ahora que las noches están más frescas, olvídense de conseguir un pijama de invierno. En los supermercados están fuera del acceso de los compradores, aislados por gruesas bandas plásticas que dicen “PELIGRO”, como vi en una foto esta semana.
Esa banda plástica creo que lo resume todo. Los pijamas infantiles son el peligro de la pandemia.
En contraposición, muchos adultos reclaman a propósito de esta o aquella alza en los contagios. Critican que la autoridad sanitaria haya dado permisos para vacacionar. Se quejan porque hubo pocas cuarentenas, porque hubo pocas restricciones al comercio, porque se permitió que demasiadas mascotas fueran paseadas por sus amos, que demasiados ancianos pudieran salir a estirar las piernas, que un exceso de deliveries repartieron comida. Cuestionan que hubo muy poca fiscalización de la autoridad sanitaria para castigar a los porfiados. Faltaron policías y militares en las calles.
¡Muy mal! ¡Unas buenas nalgadas se merecen! Tan-tan en el po-pó. La autoridad sanitaria fue muy permisiva, como si no supiera que los adultos chilenos son como niños, que les cuesta obedecer instrucciones simples.
A estas alturas de la pandemia está claro que el virus no se pega por las superficies, ni por los deliveries ni en los colegios. En gente común y corriente (dejo fuera, por razones obvias, al personal de salud) esta peste se pega mayoritariamente por personas que no usan mascarilla y que tienen conductas de riesgo evitables.
Por eso somos los adultos chilenos los que nos estamos comportando como niños, al no cumplir con instrucciones simples y al obligar que nos pongan más y más restricciones y vigilancia por ser incapaces de hacer lo básico.
Los niños, en cambio, se han portado como los adultos en esta pandemia. Se han bancado el encierro con heroísmo, y cuando se les entregó libertad para volver al colegio a reencontrarse con sus amigos, usaron esa libertad con inteligencia y responsabilidad: repito, solo el 2% de los colegios fue fuente de brotes de contagio.
Hace algunas semanas, Carlos Peña en estas mismas páginas, escribió sobre la presidenta del Colegio Médico, Izkia Siches, a propósito de su desafortunada intervención en un programa en YouTube, señalando que se trataba de “un caso de infantilización”. Reconozco que a veces me cuesta unos días llegar al sentido profundo de las columnas del profesor Peña, pero ahora lo veo con claridad: una de las principales voces que han llamado a tratar a los adultos chilenos como niños y a los niños chilenos como adultos ha sido Izkia Siches. Ahora entendí de verdad aquello de la infantilización.
Es que soy una bala para las metáforas.