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Sábado 10 de abril de 2021
La doble incertidumbre política y sanitaria que enfrenta la golpeada economía peruana
Tras una caída del 11% del PIB, la recuperación depende del nuevo gobernante y la pandemia.
Entre sus muchos efectos devastadores, la pandemia arruinó una estadística que tenía especialmente orgullosos a los peruanos: su economía acumulaba 22 años de crecimiento continuo, una estabilidad financiera que parecía sortear las numerosas crisis de su clase política, hasta que llegó el coronavirus e interrumpió esa racha con una caída del 11,1% del PIB en 2020. Fue la peor recesión del país en tres décadas y una de las mayores contracciones de América Latina el año pasado.
Aunque se proyecta una fuerte recuperación para 2021, la economía y hasta cierto punto el futuro del “modelo peruano” aún enfrentan una enorme incertidumbre, marcada tanto por el desenlace de las impredecibles elecciones presidenciales de este domingo —en las que tienen opciones candidatos de todo el arco ideológico— como por la evolución de la segunda ola de la pandemia.
La oferta electoral ha estado condicionada en esta campaña por los efectos más visibles de la debacle económica. En términos de empleo, se estima que la crisis —y en particular, la cuarentena de tres meses del año pasado— dejó unos 2,2 millones de cesantes, a la vez que puso en realce problemas estructurales como la altísima informalidad del empleo, que llegó a un récord del 75%. La pobreza, por su parte, anotó un duro revés: el FMI estimó que la pandemia provocó 1,8 millones de nuevos pobres, un aumento de 5,8 puntos porcentuales en un año, alcanzando al 27,5% de la población peruana, una cifra que hace retroceder al país a los niveles de 2012.
Esto ha dado pie a todo tipo de recetas por parte de los disímiles candidatos que podrían pasar al balotaje, algunas de las cuales rompen con el consenso de estabilidad macroeconómica y apertura comercial que ha permitido un crecimiento promedio de 5,2% en los últimos 15 años en Perú.
Uno de los favoritos, el centroizquierdista Yonhy Lescano (Acción Popular), ha propuesto “desglobalizar” la economía y fortalecer la producción nacional, y ha dicho que podría reevaluar los tratados de libre comercio. Keiko Fujimori (Fuerza Popular) quiere destrabar los grandes proyectos mineros e impulsar una reactivación “sin cuarentenas”, y el centrista George Forsyth (Victoria Nacional) ha hablado de un “pacto social minería-Estado” para la reinversión de utilidades mineras. El economista centroderechista Hernando de Soto ha puesto énfasis en la formalización de los títulos de propiedad en poblaciones vulnerables, mientras que Rafael López Aliaga (Renovación Popular), más a la derecha, ha dicho que su primera medida será expulsar a la constructora brasileña Odebrecht. En la izquierda, Verónika Mendoza (Juntos por el Perú) ha propuesto intervenir en “sectores estratégicos” y un programa de bonos y créditos blandos para los sectores afectados por la pandemia, y Pedro Castillo (Perú Libre), en una veta más extrema, ha prometido la nacionalización de los recursos naturales y avanzar en un modelo estatista inspirado en Ecuador y Bolivia.
Todos proponen una robusta creación de empleos, de entre 2 y 5 millones de puestos de trabajo, aunque sin explicar cómo.
“Entramos en este proceso electoral con un sistema político que se rompió, y encima de eso tuvimos la crisis económica más grande que hemos experimentado desde los años ochenta. En este contexto, con la política y la economía en situaciones muy delicadas, era previsible que las propuestas y el debate giraran en torno a propuestas populistas o demagógicas, algunas bastante radicales”, comenta a “El Mercurio” Diego Macera, gerente del Instituto Peruano de Economía (IPE), quien recalca que muchos de los candidatos no hicieron un “análisis de equilibrio financiero y es clarísimo que muchos de sus planes son impagables”.
“El siguiente gobierno —que puede ser de izquierda, de derecha o de centro, no lo sabemos— va a tener un fuerte déficit fiscal, que fue del 10% del PIB el año pasado y este será similar. Su margen de maniobra fiscal es muy reducido y sus propuestas electorales populistas no las van a poder cumplir, porque no tenemos dinero”, señala el economista Jorge Guillén, académico de la Universidad ESAN, quien remarca que aunque Perú tiene un nivel de deuda pública bajo, de 36% del PIB, “hay un problema de manejo del gasto fiscal y de ejecución de obras de inversión”.
Mucho dependerá de los próximos meses. Tras el duro 2020, el FMI proyectó que Perú tendrá este año un crecimiento de 9%, impulsado por el precio del cobre. Pero los expertos son cautelosos.
“Los economistas somos especialmente malos en proyectar. Y en un año electoral y con pandemia se hace muchísimo más complicado. En el IPE tenemos una proyección similar a la del FMI, y en varias instituciones el consenso está entre 9% y 10%, pero esto es altamente sensible a dos cosas: al avance del proceso de vacunación, que la verdad va más lento de lo que esperábamos, y al calendario político”, afirma Macera.
Guillén habla de un “efecto rebote”, que estará ligado a la liberación de las actividades productivas. “Pero si el número de casos de covid se incrementa mucho, el gobierno va a tener que seguir restringiendo y se va a revisar a la baja el crecimiento”, dice.
Igualmente difícil de responder es la pregunta sobre hacia dónde va la economía más allá de la pandemia, dependiendo de quién gane las elecciones. “Hay muchísima incertidumbre y expectativa sobre los candidatos que van a pasar a segunda vuelta (...). Algunas alternativas preocupan bastante, como la de Castillo, que ofrece cambiar de manera profunda las bases de la economía”, advierte Macera. “Ha habido una suerte de consenso amplio en las últimas décadas respecto a los beneficios del libre mercado, del comercio internacional, de un Banco Central independiente y unas cuentas fiscales bajo control. Hay unos lineamientos que son muy transversales. Sin embargo, también diría que en este deterioro de los partidos políticos y del sistema político peruano en los últimos años, se han vuelto a poner en cuestionamiento algunas bases económicas. El Congreso actual ha jugado con ideas vinculadas a controles de precios, a una reforma improvisada del sistema de pensiones; ha cuestionado muchos temas que no se tocaban. Y me preocupa que de aquí en adelante esta pueda ser la tendencia”.