Cuando alguien lee a quienes se quejan, con razón, de las Sociedades Anónimas Deportivas, puede llegar a pensar que antes de ellas el fútbol chileno era un oasis de incorruptible limpieza. No me cuento entre ellos. Porque conocí la época previa. La conocí bien y no me dejo lleva por las imágenes emotivas de nuestras primeras experiencias. Disfruté escuchando a Elvis, pero no lo pondré sobre Michael Jackson. Para analizar debemos ser capaces de situarnos sobre nuestros propios gustos y recuerdos.
Lo que ocurre, como sucede con frecuencia en todas las actividades, es que las SADP no han resuelto los problemas que fueron llamadas a solucionar. En algunos casos, al contrario, los han empeorado. No han mejorado la competitividad internacional de nuestro fútbol, no han mejorado en organización ni producido mejoras en la dirigencia ni en la productividad financiera (viven de la televisión y no han pagado las deudas que justificaron su creación). Y en un aspecto crítico, el ético, han retrocedido y empeorado las prácticas que ya existían en los “tiempos románticos”. En este terreno resulta peor el remedio que la enfermedad y hoy se requiere una agresiva campaña de saneamiento moral.
Hoy, entre las muchas cosas que se dicen, se plantea que los clubes deben “volver a ser de sus hinchas”. ¿Volver? Pero si nunca lo fueron. Los hinchas elegían directivas y después se limitaban a aprobar ejercicios con datos que no entendían en absoluto. Me dirán que eso sucede también con los países, pero ese es otro tema.
El último episodio de las SADP lo están protagonizando Blanco y Negro y Azul Azul. En la concesionaria de Colo Colo uno de sus socios principales, Aníbal Mosa, está vendiendo su paquete de acciones (el remate se realizará el martes 13 de abril, fecha que no parece propicia, pero los domingo 7 están agotados) y en la universitaria su dueño, Carlos Heller (63% de las acciones) ya vendió a Tactical Sport, empresa que representa a Sepa Moya.
Y es esa desconocida identidad la que inquieta a la Universidad de Chile, que quiere saber, cualquiera diría que con razón, quién o quiénes son los que están tras la empresa compradora. Alguien ha dicho que sin el nombre de la Universidad, el club no tendría nada y debería ir a competir a la Tercera División. Y, naturalmente, a la casa de estudios no le agradaría auspiciar a una casa de apuestas, por decir algo. Pero nadie sabe, salvo Mauricio Pinilla, que anuncia buenos tiempos para los azules y dice que le gustaría trabajar en el club.
En Colo Colo, Aníbal Mosa (36% de ByN) vende por un acuerdo familiar, por razones de salud y exige que sea solamente uno el nuevo propietario, que tendrá tres asientos en el directorio. Valor: 15 mil millones de pesos chilenos. El paquete de Heller vale 9 mil millones y el dueño vende porque está cabreado al cabo de seis años al frente. Y los hinchas cabreados con él.
Por cierto, hay mucho más que decir sobre este tema.