A una semana de las elecciones peruanas, la incertidumbre sobre los candidatos presidenciales que pasen a la segunda vuelta sigue siendo alta. Los debates donde participaron los ¡18! aspirantes, pueden haber influido en los indecisos, pero ninguno de los seis que van en la delantera tiene total seguridad de competir en junio. Después de años de crisis política, los peruanos se merecen un buen Presidente y también un Congreso con madurez cívica, que no sea obstáculo para la gobernabilidad, como lo ha sido por años.
La corrupción ha sido un lastre para el desarrollo en Perú y envenena el ambiente. Todos los últimos presidentes se vieron involucrados en escándalos que los pusieron a ellos y a sus entornos en la mira de la justicia. El caso más dramático, quizás, es el de Alan García, quien terminó con su vida para evitar enfrentar a los tribunales. Varios partidos que hoy presentan candidaturas presidenciales y parlamentarias tienen investigaciones en curso, lo que no presagia una tranquila legislatura.
Si no se puede adelantar quién será el próximo Presidente, sí se puede aventurar que el Congreso unicameral seguirá tan fraccionado como ahora —reflejo de un sistema de partidos caótico—, y que el futuro gobierno carecerá de mayoría parlamentaria, con escasa capacidad de echar a andar sus proyectos y con la amenaza siempre presente de que derriben el gabinete. Eso es lo que ha venido pasando los últimos años, y es difícil que se subsane ahora. Perú tiene un régimen “presidencialista atenuado”, en el que los ministros deben tener la confianza del Congreso, pueden ser interpelados y recibir una moción de censura que los obliga a alejarse del cargo. Claro que el Presidente tiene un arma disuasiva: la posibilidad de disolver el Parlamento si hay una segunda moción de no confianza.
En su reciente libro de memorias “Sin anestesia” (Editorial Planeta), Pedro Cateriano, expresidente del Consejo de Ministros (PCM, equivalente a un Primer Ministro), entre líneas hace un crudo análisis del sistema semipresidencial peruano, quejándose de que “la interpelación de ministros se usa como arma de ataque, que termina por debilitar a los gobiernos, genera un ambiente de inestabilidad y afecta al sistema democrático”.
Bien documentado, Cateriano, que fue ministro de Defensa y PCM de Ollanta Humala, devela cómo las maniobras políticas, los “arreglines” entre congresistas y los espurios intereses de partidos corroídos por la corrupción han creado sucesivas crisis, poniendo en jaque a varios presidentes. Cateriano fue víctima de una colusión de objetivos entre el fujimorismo y el APRA de García, que le impidió asumir por segunda vez como PCM, 20 días después de ser designado por Martín Vizcarra, durante los últimos meses de su gobierno.
La lectura de estas memorias es imprescindible para conocer la política peruana, entender estas elecciones y ver cómo funciona en realidad un régimen semipresidencial. (Nota: los capítulos sobre Chile merecen referencia aparte).