La pandemia 2020-21 ha afectado tanto la industria cinematográfica de Estados Unidos que la lista de los candidatos a los Oscar de este año se parece más a una lista de Sundance que otra cosa, lo que no es necesariamente malo. Quizá por primera vez en su historia, las categorías principales de los premios de la Academia, que se entregarán el 25 de abril, permiten visibilizar tantas películas que de otra manera nunca hubieran llegado al ojo masivo. En circunstancias normales es muy difícil imaginar que películas como “Judas and the Black Messiah”, “Minari” o incluso la premiada “Nomadland” hubieran tenido la suerte de entrar siquiera a las categorías secundarias.
Es también el caso de “Sound of Metal”, otra postulante a Mejor Película, una cinta que, si bien por fuera parece la típica película de un protagonista-que-repentinamente-sufre-una-discapacidad, tiene una vibración muy especial, extraña al cine industrial y más cerca, por momentos, a la moral cristiana que en ocasiones conoció el neorrealismo italiano.
La cinta cuenta el viaje que inicia Ruben (Riz Ahmed), baterista de un intenso dúo de rock alternativo —no exactamente de metal, sino de una especie de post punk— a partir del día en que repentinamente se queda sordo. Ruben, un exadicto a la heroína, no es exactamente un hombre en paz consigo mismo. Si bien ha construido un amorosa relación con Lou (Olivia Cooke), con quien comparte el dúo, la música y la vida en la carretera, la rabia, el desacomodo y la angustia vuelven a inundarlo cuando entiende que su sordera es y será permanente.
La cinta es muy cuidadosa en trasmitir esta tensión interior. No solo nos hace comprender más plenamente la sordera al limitar, por largos momentos, el sonido ambiente a lo que Ruben apenas es capaz de escuchar, sino que logra trasmitir la desesperación, la impotencia y el desequilibrio que siente al ver cómo su vida se desarma. Aceptar el destino, adecuarse a la nueva realidad, requerirá para Ruben mucho más que simplemente aprender el lenguaje de señas. Ni siquiera el encuentro con un maestro extraordinario encarnado en Joe (Paul Raci), un personaje al mismo tiempo vívido y beatífico como rara vez se ve en el cine, podrá entregarle, en principio, los recursos que necesita para salir adelante. La paz parece fuera de su alcance.
Filmada con cámara en mano y planos directos, sencillos, de luz natural, “Sound of metal” se inscribe dentro de esa escuela de realismo que soluciona los problemas de la puesta en escena con lo que hay a mano. Y así como no arma tomas grandilocuentes, “epifánicas”, hechas con drones o grúas, tampoco recurre a la música externa para enfatizar momentos “emocionantes”. Todo, de hecho, es muy a ras de suelo, pedestre, con diálogos simples, que a veces prefieren más guardar que exponer. En ese sentido, el director Darius Marder, un hombre con una carrera que no en vano ha estado asociada a documentales, llega a su primer largometraje de ficción con un acercamiento y una moral lejana del cine industrial, que tiende a higienizar y embellecer la realidad incluso cuando trata de no hacerlo. Su conexión, así, con los recursos del neorrealismo italiano es más o menos evidente, pero lo interesante es que parece beber de ahí también cierta moral cristiana que era propia, al menos, de Rossellini. Ruben debe enfrentar su propio vía crucis antes de encontrar la paz, y como Ingrid Bergman en “Stromboli”, se topa con ella justo cuando en realidad está tratando de huir del camino abierto.
Por cierto, comparar a Marder con Rossellini es exagerado, y oculta algunas de las debilidades de su cinta: que apura demasiado los hechos, que toma la opción de contar más de lo que le cabe, que simplifica procesos que se adivinan mucho más complejos. Todo eso es innegable, pero hay que reconocer que “Sound of Metal”, en el contexto de los Oscar, es una sorpresa mayor.
Sound of Metal
Dirigida por Darius Marder
Con Riz Ahmed, Olivia Cooke y Paul Raci.
Estados Unidos, 2020, 120 minutos. En Google Play Movies y Amazon Prime.
DRAMA