Decidí tomarme unas breves vacaciones al comienzo del mes tan temido, que no fue marzo, sino abril. No deseo llamar al susto ni provocar alarma, pero digamos que no quiero estar en el lugar de los hechos, menos presenciarlos y tampoco discutirlos.
Con eso les digo todo.
Con eso no digo más.
¿De dónde venimos, a dónde vamos y por qué estamos como estamos?
Busco con ansias respuestas que no encuentro y como no las tengo, dormito entre la leyenda y la imaginación, porque en esa frontera nada es descartable y todo es posible.
Traigo a colación, en primer lugar, la teoría del llamado Lonko Kilapán, en realidad el profesor de arte César Navarrete, que descubrió y sostuvo el origen griego de los araucanos, debido a una desconocida avanzada de un grupo de espartanos que se instaló y colonizó lo que hoy es Chile.
¿Tenemos algo de griegos? No lo sé.
¿Algo de espartanos? Puede que sí.
Traigo a cuenta, a continuación, la acabada descripción del roto chileno como un araucano-gótico, según el escritor nacionalista Nicolás Palacios, debido a que los españoles llegados como conquistadores, en un gran porcentaje, descendían de los godos, es decir, de esos pueblos teutones rubios y blancos que habitaban por el sur de Suecia.
¿Tenemos algo de suecos? Todo chileno, alguna vez en su vida, se ha hecho el sueco. Eso es lo único que me consta.
En mi caso, recuerdo dos momentos históricos, que fue ante las siguientes preguntas, coloco entre paréntesis el año y siempre en noviembre.
“¿Tú no eras de izquierda?” (1973).
“¿Tú no eras pinochetista?” (1988).
Sigo investigando y ahora llegué a la Revista del Progreso, que es de 1888, quincenal y en realidad un librito de 600 páginas, donde descubro una discusión sobre “Inmigración y Colonización”, donde era con “i”, según la grafía de ese tiempo, pero me permití cambiar la conjunción a “y”. El resto es textual, claro que comentado, porque no hay nada tan textual.
Lo de la revista es una conversación de socios y contertulios, pero cuidado: estamos hablando de prohombres, donde la conclusión inicial es que la inmigración espontánea es fuente de riqueza para los pueblos, y la segunda es que Chile es poco conocido en Europa, está lejos de los grandes centros y como los pasajes son muy caros, la petición es que el Estado ayude a pagarlos.
Las recomendaciones son desechar a los andaluces y vascos, porque en los avances industriales están peor que nosotros. Estamos hablando de una época en torno a 1888.
De Italia, los buenos colonos vendrían de Piamonte y la Lombardía, pero hay que desechar a los del centro y el sur, romanos o napolitanos, por demasiado movedizos y nómades.
Serían aceptables los franceses, ingleses y también los alemanes, pese a unos hábitos políticos no muy favorables con el espíritu republicano.
Sumando y restando, los migrantes ideales y los que realmente conviene traer, son los suizos.
¿Tendremos algo de suizos? A lo mejor.
Me pregunto de nuevo: ¿de dónde venimos y adónde vamos, y por qué estamos cómo estamos? No tengo respuesta alguna.
Con eso les digo todo.
Con eso no digo más.