El diálogo intercultural es hoy urgente. En este marco, me parece interesante citar el diálogo que despliega el reconocido escritor Italo Calvino en una de sus obras. Es un diálogo que reúne tres condiciones: En primer lugar, es entre seres humanos concretos, insertos en su mundo y en su entorno cultural, organizado en torno a valores culturales que le dan sentido. El objetivo es la relación y la construcción de nuevas verdades.
Segundo, los que participan del diálogo deben ser personas conscientes de su finitud y sus carencias. Solo de esta forma se puede pensar que con el diálogo podemos complejizar nuestra humanidad y aprender del mundo que los otros nos ofrecen. Martin Buber habla de un ser humano que se torna Yo en el Tú y Heidegger dice que el Otro es el complemento del Ser. En tercer lugar, las personas dialogantes deben estar abiertas al otro. El objetivo final del diálogo es evitar la violencia y con la esperanza de construir un mundo nuevo y común.
De los distintos diálogos, probablemente el intercultural es el más difícil, porque supone personas de diferentes culturas. En general, la comunicación intercultural se ha visto siempre en términos negativos, como un problema que hay que resolver o un obstáculo que hay que sortear. Diferente es si planteamos esta problemática como un desafío de generación de habilidades comunicativas dialogantes. En este sentido, el diálogo intercultural es la única manera de entender la interculturalidad.
Un ejemplo de esta modalidad de diálogo es la conversación ficticia entre Moctezuma y un Yo contemporáneo en la obra “Moctezuma”, de Calvino. El último monarca azteca, el hombre que enfrentó la llegada del invasor español a comienzos del siglo XVI, representa aquí la alteridad, ese Otro necesario para establecer un diálogo. En este caso, un diálogo intercultural.
El Yo que dialoga con Moctezuma es, por un lado, un Italo Calvino de carne y hueso con toda su cultura y su historia. Pero es, al mismo tiempo, ese Yo con mayúsculas, representante y representativo de una Europa Occidental, heredera de la tradición judeo platónica cristiana e hija de la Ilustración. Son estos dos mundos los que entran en diálogo para compartir visiones y versiones de una historia de más de quinientos años.
Italo Calvino —el Yo— muestra capacidad de ponerse en el lugar del otro. Eso es, efectivamente, estar abierto al diálogo: la disposición a comprender al Otro en su mundo. El Yo que habla debe saber ponerse en el lugar del Tú que escucha. Esto es lo que hace Italo Calvino: No solo hace las preguntas adecuadas y logra establecer un diálogo fluido con su interlocutor, sino que al inventar a ese Otro, ya ha hecho previamente el mayor ejercicio de intentar ser ese Tú necesario en el verdadero diálogo. El Moctezuma que ha inventado es un Moctezuma producto del más profundo ejercicio de conocimiento del otro, empatía hacia él e intento de ser ese Yo-Tú.
Calvino nos regala un despliegue sofisticado y representativo de las dos culturas que se encuentran. Cada uno —Moctezuma y Calvino o América y Europa— va mostrando las formas que tiene de descifrar los signos propios y los ajenos. Una verdadera empatía a posteriori muestra el Yo-Calvino al intentar poner en palabras del soberano azteca el dolor personal y de su pueblo frente a los acontecimientos históricos, esa conciencia azteca que fue borrada por el europeo en su afán conquistador y evangelizador, pero que se trae hasta el presente a través de un diálogo que nunca se llevó a cabo en su momento. Calvino interpreta el dolor ajeno desde sus parámetros, pero Moctezuma disiente de esa interpretación y la considera arbitraria. Dice que las interpretaciones de las profecías y de la historia son un asunto más complicado.
Con esta visión, los términos absolutos que parecían reinar en las descripciones que los europeos hacían de los americanos, configurando el binomio antagónico de buenos y malos indígenas, se desmoronan. Los mexicas describen a los españoles y los pintan, asimismo, como salvajes hombres barbudos, sudorosos y malolientes, que llegan a estas costas con pretenciosas ambiciones, a arrasar lo que encuentran a su paso. Hombres en armaduras, enloquecidos buscando oro. No obstante, hay un espacio ambiguo en la interpretación de la cultura del Otro azteca, que Italo Calvino también reproduce en su dificultad de analizar y juzgar: los sacrificios humanos de los pueblos mexicas, que Moctezuma compara con las atrocidades que se producen en territorio europeo. Calvino lo deja hablar, pero manifiesta su desacuerdo.
Este ejercicio, que hiciera hace varios años el célebre escritor Italo Calvino, es una invitación a dialogar de verdad, para poder hablar de diálogo.
Olaya SanfuentesProfesora Titular PUC