Partió el ejercicio de Martín Lasarte en la banca nacional y partió el campeonato 2021. ¿Y? Bien. Todos tranquilos, sin puntos negros, sin discusiones mayores, con más acuerdos que conflictos.
El comienzo de esta etapa de la Roja se corresponde con el carácter del técnico uruguayo. Es decir, sin estridencias, sin propuestas con pretensiones revolucionarias, con apego a la realidad concreta y buen sentido.
Es decir, con todo aquello que estaba faltando en el seleccionado, siempre entrampado por controversias insensatas y reacciones emocionales antes que técnicas y organizativas. Parte, asimismo, un entrenador que es cabal conocedor del fútbol nuestro a través de varias temporadas en dos clubes de alta exigencia y popularidad, con buenos resultados en ellos.
Precisamente lo que se necesitaba después de ese período de Rueda, un técnico exitoso al que las directivas máximas no querían, creando un clima insostenible, por mucho que el entrenador hiciera bien lo suyo. Lasarte no ofrece ningún perfil controversial, no tiene vínculos con sucesos oscuros y ofrece ponderación en un momento en que este aporte es necesario.
No nos embriagará un 2-1 sobre Bolivia, pero los apuntes de los 90 minutos son sugerentes. La capitanía de Claudio Bravo es un episodio que rescata una tradición simbólica, a pesar de los berrinches de Arturo Vidal, y su abrazo con Medel ofrece cerrar una brecha que fue muy peligrosa. La apertura del juego a bandas que fueron generalmente generosas (Fabián Orellana-Daniel González, Jean Meneses-Erick Wiemberg), la aparición del eterno Luis Jiménez transformado en centro atacante cerebral, son capítulos interesantes de una selección que carece de goleador y puede disimularlo… todavía.
Siempre nos ha faltado algo. En el siglo pasado ocurría que cuando teníamos un buen equipo, nos faltaba un buen arquero; y cuando teníamos al buen golero, teníamos un equipo discreto.
Y partió el campeonato, con esa extraña tabla de posiciones con 17 lugares y un equipo “huacho” en cada fecha. Una anormalidad que más de algún problema va a ocasionar. Hace pensar en los torneos de viejos tiempos, muy viejos, en que se experimentaban sistemas de campeonato.
La Católica en punta, para variar (¿cuántas fechas lleva?), ganándole a un crecido Ñublense. Suelen hacerse comparaciones entre planteles sobre la base de su costo, pero competitivamente el mejor es el de la UC, con su generosa reunión de campeones con jóvenes revelaciones que, además, han crecido viendo a esos campeones.
No puede decirse que Luis Jiménez haya perdido ese penal de los tetracolores (palabra prohibida por la RAE) ante Antofagasta: ese resbalón suyo fue una desgracia. Estaban 0-1. ¿Y si lo convierte? Como sea, los nortinos parten prometiendo mucho.
Un campeonato que empieza con un “gol olímpico” tal vez esté bendecido por los dioses del fútbol. Ojalá. Su autor, Felipe Villagrán, queda en la galería de la fecha, con Curicó Unido al tope a costa del debutante Melipilla.
Partimos bien.