Un destacado economista, al constatar las enormes diferencias entre las sociedades que viven en la miseria y aquellas de elevado nivel de vida, comentaba que no era posible dejar de pensar en qué explicaba aquello. Además, señaló que se le hacía muy difícil pensar en un tema distinto, especialmente al observar cómo las personas podían desplazarse entre ambas e integrarse a las sociedades más productivas.
Desgraciadamente gran parte de las respuestas que se han dado a esta interrogante, y que han servido de base para un sinnúmero de visiones ideológicas y regímenes políticos totalitarios o populistas, ponen énfasis en la redistribución de los recursos y del poder dentro de las sociedades. El uso de la fuerza sea por el Estado o por grupos anárquicos es el instrumento para lograrlo.
La verdadera respuesta es muy compleja y no existe unanimidad sobre ella. Sin embargo, los hechos han demostrado hasta la saciedad que el énfasis en una visión predatoria y de suma cero es contraproducente. Debe existir un componente principal que facilite la creación de riqueza. Esta nunca se expresa de inmediato en forma equilibrada, pero redunda siempre en beneficio de todos.
El punto de partida del progreso de las últimas décadas en China, que constituye el mejoramiento en calidad de vida más rápido y masivo de la historia de la humanidad, se inicia con un giro de pragmatismo del líder Deng Xiaoping. Se aleja de la visión ideológica y reconoce la necesidad de enfatizar la creación de riqueza con sus consecuencias. Entre sus frases famosas de la época destacan: “No importa el color del gato, lo importante es que cace ratones”, y “Algunos se enriquecerán primero”.
En este último año el mundo ha vivido un ejemplo dramático de la necesidad de no descuidar la creación de bienestar. La evolución de los países que están avanzando en el proceso de vacunación, en particular Israel, Reino Unido y Estados Unidos, muestra cómo la solución rápida y con menos costos humanos para contener al covid-19, es una vacuna efectiva, aplicada veloz y masivamente.
Para algunos, la polémica se ha centrado en cómo lograr que la vacuna sea distribuida en forma justa e igualitaria. Qué significa aquello es en sí cuestionable. Los gobiernos totalitarios o populistas que han actuado en favor de sus líderes o de sus partidarios demuestran lo subjetivos que son los adjetivos utilizados.
Pero ese enfoque olvida que no se puede redistribuir lo que aún no se ha creado. Las vacunas no existían y nadie conocía de antemano quién tendría la capacidad y las condiciones necesarias para lograr un producto efectivo. Ni siquiera los que mirando desde la posición actual han resultado exitosos. Afortunadamente, distintos países podían tomar actitudes diferentes y algunos de ellos, como Estados Unidos, y el Reino Unido optaron por privilegiar las posibilidades de crear, y otros, como la Unión Europea dieron más énfasis a cómo utilizarla. Esto ha llevado a que Europa esté más atrasada que los primeros en la inmunización de su población. Apenas algo superior a 10 sobre 100 habitantes en Francia, Alemania e Italia, contra cifras cercanas a 40 sobre 100 en el caso de Estados Unidos y Reino Unido.
El costo humano y de progreso lo seguirán pagando por un tiempo más prolongado en Europa, pero al igual que todos los demás países, finalmente recibirá el beneficio. La vacuna ya existe y con el tiempo llegará a todos los que puedan organizarse para aplicarla.
Como dijo Deng Xiaoping, unos serán vacunados primero. Algunas empresas tendrán un beneficio económico, pero el valor para la humanidad de lo que han creado es infinitamente superior a su posible beneficio. Esto mismo sucede con todas las innovaciones. El premio Nobel de Economía William Nordhaus concluyó que los empresarios no capturan más allá del 2,2% del valor social de lo que crean o producen. No faltará quienes ante esta realidad argumenten que la medición del beneficio económico del progreso es incorrecta, pues entre otras cosas no incorpora supuestas externalidades o daños no calculados.
Pero esto último no es efectivo. Los beneficios de la creación y producción de nuevos productos y servicios son mucho mayores que lo que recogen las estadísticas. Así como hay externalidades negativas, también las hay positivas y ellas son generalmente muy superiores. Al petróleo y sus derivados, la energía y los plásticos, se les acusa hoy de contaminar y aportar al calentamiento global. Pero sin ellos la destrucción de los bosques, los problemas sanitarios creados por alimentos contaminados, la extinción de especies como las ballenas, habrían sido inevitables, sin contar con la tragedia de la pérdida de vidas humanas o una peor calidad de subsistencia para miles de millones.
Aunque priorizar la creación de riqueza es un elemento indispensable, existen muchos otros factores para explicar el progreso. Las sociedades deben crear las instituciones para vivir pacíficamente y en orden. Siguiendo con el ejemplo de las vacunas para contener el covid-19, en la medida que estas se hagan más disponibles, como ya está sucediendo, los siguientes en beneficiarse serán los países que cuentan con instituciones capaces y organizadas para aplicarla. Brasil, hoy un símbolo del aumento rápido en los casos, tiene un sistema logístico eficiente. Aparentemente dispone de contratos que en el año le permitirán tener 500 millones de dosis. Dada su capacidad para vacunar a su población, este año podría dejar atrás el problema. Pero hay muchos otros países, por ejemplo, en África, que aun cuando estén disponibles las vacunas no tendrán la capacidad de aplicarla y la epidemia tomará mucho más tiempo en desaparecer.
Chile tiene todavía a su favor un sistema institucional público y privado eficaz. El avance de la vacunación lo demuestra y ahora solo falta esperar que la eficacia de la vacuna utilizada, la Sinovac de origen chino, sea adecuada. Los resultados se verán en las semanas siguientes. Pero aun cuando no sea tan efectiva como lo esperado, de todas maneras será un gran avance y con la abundancia de alternativas que están apareciendo, podrá ser reforzada en el futuro.
Ese mismo sistema institucional, con empresas eficientes y competitivas y un Fisco aun solvente, nos ayuda a tener la esperanza de poder recuperar a futuro el ritmo de progreso. La capacidad del país de convivir pacíficamente es más cuestionable. Parece entrampada. El gobierno no está en condiciones de contener la violencia física, clara y directa, confundido quizás con argumentos semánticos de que existen otros tipos de violencia, como la injusticia y la pobreza, que la justifican. Ese es un camino peligroso, pues se puede argüir que más violenta que la existencia de la pobreza es la propagación de ideas obsoletas y demagógicas que están en la raíz de su existencia.
Por ese camino es fácil escalar a la anarquía, y está por verse si la sociedad corrige el rumbo y condena claramente todo uso de violencia fuera del marco de la ley.
Sin embargo, donde el país parece haber extraviado completamente el rumbo, es en balancear sus esfuerzos de distribución del bienestar, con los incentivos para crearlos. Cada día hay una iniciativa nueva para actuar predatoriamente, a veces ilegalmente, pero muchas otras por la vía de resquicios legales. Presenciamos un festival de propuestas irresponsables. Los líderes de opinión, los miembros del Congreso y del Ejecutivo, tienen todos una cuota de culpa. Existe el riesgo de que este ambiente se acentúe ante los procesos electorales que se avecinan, incluyendo la discusión sobre una nueva Constitución. Si ello ocurriese, estaría prácticamente garantizado que el progreso acelerado no volverá. Todavía no se puede predecir cuán profundo será el drama para millones de chilenos. Lo que sí es seguro es que sus esperanzas y anhelos no podrán satisfacerse.
Es lamentable que el estado de ánimo del país sea ese, justamente cuando es posible esperar una recuperación mundial vigorosa este año y el próximo. Más allá de las noticias diarias sobre el virus y sus avances, los países desarrollados caminan claramente, unos más rápido, y otros con tropiezos, a dejar este oscuro episodio a sus espaldas. Las posibilidades económicas para Chile son auspiciosas si es que estuviera dispuesto a aprovecharlas en plenitud.