Martín Lasarte ya logró su primera tarea al frente de la selección: desdramatizó. El uruguayo —técnico carismático y experimentado— desató el enredo mayor que había dejado Reinaldo Rueda en su tormentoso final, y que había convertido el cargo en un calvario de silencios, respuestas herméticas y permanente sensación de fuga. Pese a toda su demostrada capacidad, el colombiano terminó enredándose en su propio desgano, para encapricharse con decisiones inexplicadas y que terminaron en una huida impropia, dolorosa y fría, que me imagino alguna vez nos contará.
Lasarte llegó para explicar. Se ha dado el trabajo de abrirse para indicar cuál será la ruta y eso siempre será importante para tranquilizar al medio. Su primera convocatoria es casi un milagro en medio de una pandemia que no ha dado tregua y que supone malabares para las convocatorias internacionales. Suponemos que la mano de Cagigao ha colaborado en esa labor que tiene como piedra angular el retorno de Gary Medel, el actual capitán del equipo, que ha tenido meses para el olvido y que debe definir aún su importancia táctica dentro del equipo.
Gary fue defensor central en la época dorada de la Roja, donde siempre se resignó altura en aras de la fiera marca y la ubicación que brindaba el Pitbull. Con el crecimiento de la nueva generación de defensores que integran Maripán, Sierralta, Díaz, Vegas, Roco y Kuscevic —por sólo nombrar a los que militan en el extranjero— el liderazgo de Medel en el fondo ha quedado en suspenso, sobre todo por el irregular año que ha vivido en Bologna. Y si al medio también han surgido alternativas detrás de Pulgar, la primera labor táctica para Lasarte es recalcular el rol de un histórico dentro de la escuadra. Aunque sea para relativizarla.
La lógica detrás de la convocatoria para jugar frente a Bolivia supone también una mezcla que se aleja de los dogmatismos. Hay veteranos (y muy veteranos) y jóvenes (muy jóvenes). Hay probados y otros por probar; hay incógnitas y certezas. Pero por sobre todo hubo ganas de jugar, de negociar, de echar a andar el proyecto, donde solo lamentamos que hubiera espacio para un amistoso y no dos, que habría sido el ideal de la fecha.
Como siempre habrá resquicios para la polémica, pero el mensaje quedó claro: habrá explicaciones para justificarlo. Algo que parece tan simple y que en las últimas dos gestiones en Juan Pinto Durán se había perdido. Pero, sobre todo, la sensación de que materia prima hay y que buscando se encuentra. El lastimero discurso de la falta de recambio que se instaló con Rueda, y la rigidez del dibujo terminaron por desgastar las confianzas y extraviar la fe.
Puede que resulte o no; puede enredarse o malgastarse; podrá encontrar las eternas trabas que obstaculizan el camino. Pero hay algo claro ahora: el proceso se está moviendo.