Es raro para los mayores de 35 años ver una nómina de la Roja sin jugadores de Cobreloa. El ejercicio de observar cuántos futbolistas había de los tres grandes y los nortinos era habitual en los 80, 90 y en la década inicial de este siglo. Después siempre aparecían protagonistas de Unión Española, Palestino, O'Higgins, más alguna figura que irrumpiera, como sucedió cuando Luis Santibáñez presentó al fútbol chileno a un joven Patricio Yáñez.
Los diarios, programas de radio y televisión, junto a las revistas de cada semana, diseccionaban al plantel que se reunía en el complejo Juan Pinto Durán, generándose la discusión eterna sobre los ausentes, que a juicio del periodismo merecían un espacio. Tema fue Gustavo Moscoso, que desapareció de las citaciones a pesar de que en México era una referencia y en las derrotas de Oviedo y Gijón fue el mejor.
Esta semana resultó paradojal que mientras Martín Lasarte hacía pública la convocatoria para el amistoso del próximo viernes ante Bolivia, en el estadio El Teniente de Rancagua, el director deportivo de los naranjas, Patricio Galaz, denunciaba el comportamiento de los dirigentes. El exdelantero, goleador y tres veces campeón en Calama, sostuvo que sus jefes le insinuaron que recurriera de forma preferente al representante Sergio Morales. Los dichos del puntero formado en Universidad Católica remecieron la ciudad y a todo el ambiente futbolístico.
El presidente del club, Walter Aguilera, junto a los directores Adrián León y Jorge Pereira respondieron en una conferencia de prensa, pero menos de 24 horas después renunciaron a sus cargos. Una síntesis del caos que se observa en una institución que modificó el panorama del fútbol local cuando ingresó al profesionalismo en 1977. En esta lenta degradación es posible encontrar muchos responsables, aunque el mayor de todos es Codelco.
La cuprífera soltó la mano poco a poco a Cobreloa, no solo en lo económico -a esta altura es lo de menos- sino también dejó de lado la integridad institucional de un símbolo que cambió la vida de los habitantes de la provincia de El Loa. Por su estructura jurídica, los loínos son una sociedad anónima cuyo dueño es el club deportes Cobreloa. En síntesis, es de todos, pero al final no es de nadie. Así le va.
Un contraste enorme con lo que sucede en El Salvador con Cobresal. El cuadro afincado en el pequeño mineral de la Región de Atacama, con recursos muy inferiores a los de su primo mayor, con una hinchada pequeña, es un ejemplo de eficiencia y dignidad. Supo ser campeón con DalcioGiovagnoli, se embriagó con el inédito título, estuvo a un paso de bajar a Segunda División, pero alcanzó a dar el cimbronazo justo con el regreso de Gustavo Huerta.
El ovallino, exjugador y entrenador en varios ciclos de los albinaranjas, enderezó la nave, ascendió a Primera División y luego estabilizó el proyecto deportivo en la serie superior. Hoy participa en la Copa Sudamericana, es una de las planillas más bajas de la categoría, pero todos sabemos que dará batalla en el campeonato nacional. En este caso, Codelco sí entendió el valor del club y su rol social.
Historias paralelas, pero con presentes opuestos.