Estamos a un mes de una de las elecciones más importantes de la historia contemporánea de Chile.
Como ustedes saben, tendremos en nuestras manos, al momento de llegar a nuestra mesa, cuatro votos: dos tradicionales que los conocemos —el voto para alcaldes y concejales—, y dos completamente nuevos, inéditos en la historia de Chile, me refiero al voto para elegir gobernadores regionales y el voto para elegir a nuestro representante en la Convención Constituyente. Considerando la cantidad de candidatos en los votos de constituyentes y de concejales, se calcula que cada elector en promedio demorará entre cuatro y cinco minutos en emitir estos cuatro sufragios. De lo anterior, resulta muy positivo que el Congreso haya aprobado otra situación inédita: el que tengamos dos días para sufragar, el sábado 10 el domingo 11 de abril, muy razonable considerando la situación de crisis sanitaria que estamos viviendo.
La primera gran duda que no sabremos hasta el recuento final es cuál es el universo ciudadano que participará, considerando la mezcla de elecciones tradicionales, las municipales, como de las nuevas elecciones. Para que ustedes tengan un antecedente, en la última elección municipal de octubre de 2016 votó el 34% de los inscritos, y en el plebiscito último que aprobó masivamente redactar una nueva Constitución votó el 51% de los inscritos. Esta brecha enorme en votantes, que no sabemos si se acercará al piso o al techo mencionado, puede alterar sustantivamente los resultados de acuerdo a las proyecciones anteriores. De hecho, en mis reuniones con candidatos a alcaldes y alcaldesas y a concejales y concejalas, esta es su mayor incertidumbre. A manera de ejemplo, un concejal elegido la última vez con mil votos, pero sobre la base de una participación ínfima, el 34%, queda en la expectativa si votara el 51%, esos 17 puntos de diferencia en participación pueden definir muchos resultados sorpresivos.
En lo esencialmente político, preveo que la primera fuerza electoral en gobernadores y constituyentes será la derecha, considerando que la oposición no fue capaz de levantar candidaturas unitarias en esas dos nuevas elecciones, mientras que la derecha unida logró consolidar un posicionamiento fuerte en materia de constituyentes y parcial en materia de gobernadores regionales. La correlación en alcaldes y concejales entre las fuerzas en disputa está completamente abierta considerando la interrogante de participación ya mencionada y además la naturaleza de múltiples liderazgos de tipo local. Pero las cuentas se sacarán igual y el 12 de abril la oposición tendrá que rendir cuentas ante la opinión pública por su dispersión en las diferentes elecciones.
Todo lo anterior se da en un contexto de crisis sanitaria y sus efectos en la situación económica y social de los chilenos y chilenas. Las cuarentenas decretadas en la mayoría de las regiones y ciudades del país producto de la pandemia inevitablemente nos conducirán a una situación apremiante en materia de empleo y de ingresos para la enorme mayoría de nuestros ciudadanos y de allí que me resulte incomprensible las políticas paliativas e insuficientes que está adoptando el Gobierno. A manera de ejemplo: en el mes de diciembre se pagó el último ingreso familiar de emergencia tradicional que, según cifras oficiales, alcanzó a 3.800.000 hogares y cuya cobertura sumó a ocho millones de chilenos. Pues bien, ahora el Gobierno tiene un nuevo IFE, denominado Covid, sujeto a las variables del plan “Paso a paso” a nivel comunal y que de acuerdo nuevamente a fuentes oficiales, abarca 2.500.000 de hogares y a un máximo de seis millones de ciudadanos. El mundo al revés, en diciembre se entregaba más ayuda que en enero, febrero y marzo del presente año. Además, y después de insistirle en varias oportunidades, el Gobierno se abre a un segundo bono de clase media, pero basta la lectura de los requisitos para darse cuenta de que no han aprendido nada. Quiero recordar que en diciembre pasado el exministro de Hacienda Ignacio Briones en una entrevista hizo un mea culpa de su gestión, sosteniendo que muchas veces el Gobierno llegó tarde y mal. Parece que ese consejo no se lo dio al actual ministro de Hacienda, que sigue la misma senda de su antecesor.
Es decir, paralelamente, durante este mes viviremos una campaña electoral de las más importantes en nuestra historia reciente sumidos en una crisis sanitaria, económica y social quizá más dura que la que vivimos el año pasado. La oposición, junto a su tarea democrática de optar al triunfo el 11 de abril, simultáneamente debe exigirle al Gobierno que la ayuda sea rápida, eficiente y que abarque a la mayor cantidad de chilenas y chilenos que ya la están pasando muy mal.