No le gustó a Rafael Dudamel quedar fuera de las decisiones en la elección de los refuerzos para la U. “No voy a prestarme para ser escudero de nadie. Cada uno asume sus responsabilidades en esto”, dijo el venezolano. Y algunos dijeron que el entrenador se estaba poniendo “el parche antes de la herida” que podría producirse en la inminente Copa Libertadores. Eso, por supuesto, es un pelambre grosero.
La molestia estaba dirigida a los directores deportivos del club, sus exdefensores Sergio Vargas y Rodrigo Goldberg, pero sus palabras resonaron por toda “la interna” de la institución. Y por la externa también.
La explicación de los directores deportivos parece muy sólida: ellos buscan refuerzos de acuerdo a las características de jugadores que les ha entregado el entrenador. Se supone que hay un abanico de profesionales que calzan con el “prototipo” descrito por el técnico. Los directores eligen entre ellos al que mejor se acomoda a las necesidades del equipo y del club (uno puede suponer que se trata de costo económico, principalmente).
Pareciera una buena fórmula a simple vista, considerando que siempre las decisiones finales han sido financieras.
Lo que no se entiende es que ese funcionamiento institucional no estuviera en conocimiento del entrenador. Más aún: si ese fuera el procedimiento, no se ve por qué en la etapa de selección este no puede participar. Siempre el entrenador, que trabajará directamente con los refuerzos, podrá aportar elementos de juicio valiosos, como el acomodo de los refuerzos propuestos a sus ideas de fútbol o a las características del grupo. Por algo es el entrenador. De modo que no parece que se justifique su ausencia en la búsqueda total y deba limitarse a dar características generales de sus preferidos. No creo que al director de una filarmónica le baste con que le digan que encontraron a un primer violín “igualito” al que él pidió. Y que se aguante.
Lo que hay detrás de esto es grave. No es solo el reclamo de Dudamel.
Lo que el venezolano ha hecho es único: no hay otros entrenadores que reclamen por la misma razón, en circunstancias de que muchos o todos sufren lo mismo en sus clubes.
¿Por qué no reclaman?
Una búsqueda no muy profunda nos lleva a unos personajes que suelen aparecer en las investigaciones periodísticas: los representantes de jugadores.
Estos empresarios, como se sabe, vienen dominando el contexto total del fútbol, transformados en dirigentes, en propietarios de clubes y en cualquiera área que pueda ser rentable. Y, obviamente, son dueños de jugadores, a los cuales necesitan ubicar en clubes. De este modo, el entrenador que se resiste a contratar a jugadores del “corral” de un representante poderoso puede irse despidiendo de su trabajo. A la calle con él. Resultado: ninguno reclama. Todos quieren tener empleo.
Y ojo, que me entero de que también los poderosos ponen y sacan a panelistas de programas “periodísticos”. No me consta ningún caso y por eso no lo denuncio. Pero toco el timbre de la alarma para que no nos tome desprevenidos algún escándalo.