La suspensión de la doble fecha eliminatoria que debía jugarse este mes en Sudamérica —y que da a conocer, de refilón, la mala relación que hoy existe entre los líderes de la FIFA (Gianni Infantino) y de la Conmebol (Alejandro Domínguez)— no es finalmente una mala noticia para Chile.
Está claro que, pese a que el nuevo seleccionador trató de calmar los ánimos y señaló que había tiempo para trabajar de cara a los partidos ante Paraguay y Ecuador, Lasarte, en verdad, necesitaba esta tregua. Y no solo para ver mejor las alternativas de jugadores y para conversar más profundamente con los referentes, sino que esencialmente, para reflexionar con mayor tranquilidad en torno a la forma en que debe jugar su equipo.
En términos concretos, cuáles serán el esquema táctico y el acento estratégico que instaurará en la selección de ahora en adelante.
No es un tema menor. Porque si bien el uruguayo tiene una manera de posicionar sus equipos y los jugadores de la Roja adhieren a ciertos principios absorbidos en los últimos procesos técnicos, está claro que la selección nacional requiere de una buena barajada y un nuevo reparto de cartas. En síntesis, se necesita de una readecuación en todo sentido, por dos aspectos fundamentales: la desigual oferta de jugadores en cada uno de los puestos a cubrir y la forma en como hoy los futbolistas que apuntan como titulares se sienten más cómodos jugando en sus equipos.
En lo primero hay elementos claros. Por primera vez en muchos años, Chile tiene un buen puñado de zagueros centrales que apuntan casi todos a ser alternativas en la selección: Paulo Díaz, Guillermo Maripán, Benjamín Kuscevic, Nicolás Díaz, Sebastián Vegas, Francisco Sierralta y Valber Huerta —además de un buen grupo de buenos proyectos jóvenes como Diego González— se suman al histórico Gary Medel. Si a ello se agrega la increíble carencia de lateral por ambos lados (Isla y Mena parecen no tener recambio), entonces se debe plantear derechamente la opción de que Chile haga un giro —¿por qué no?— y cambie a jugar con línea de tres y con sus externos más adelantados como volantes.
No es lo único que Lasarte puede y debe transformar.
Las últimas actuaciones de Alexis Sánchez en Inter establecen con una claridad extrema qué puesto y qué función le queda mejor hoy al “Niño Maravilla”: el de segunda punta.
El tocopillano ya dejó hace rato de ser el alero que tanto fútbol entregó a la Roja y tampoco es, como algunos pensaron que sería, un enganche o un mediapunta. Sánchez hoy prefiere tener más espacio adelante y la posibilidad de retroceder pocos metros fuera del área para aprovechar su mejor visión de juego. Claro, en Inter tiene un complemento perfecto como el belga Lukaku para sacar partido a la sapiencia que hoy tiene para encontrar tiempo, distancia y posición. Pero Lasarte puede encontrarle un socio parecido o, al menos, una alternativa de jugadores que cumplan el decisivo rol de acompañantes, que actúen de pivotes o que rompan líneas desde atrás (algo que no es tan descabellado pensando en la inexistencia de un “9” clásico en la selección).
Por cierto, los más dogmáticos no estarán muy de acuerdo con tocar esquemas tácticos que resultaron “triunfadores” en algún momento de la historia.
Pero vamos, estamos en otra. Lasarte tiene que buscar eficiencia y no solo agradar a los monotemáticos.