¿Cómo se dirán en privado Nicolás Maduro y Michelle Bachelet?
¿“Nico”, le dirá ella? ¿O “Nikolai” (como Bukharin, el filósofo bolchevique)? ¿O “Nicolae” ( como Ceausescu)? ¿O algo más confianzudo como “bigote”?
¿Le dirá “Micha” él a ella? ¿O le dirá, con más formalidad, “Alta Comisionada”? ¡O quizás “Alta Comisaria”!
No lo sé. Pero a juzgar por las imágenes que vimos esta semana de la reunión que tuvieron ambos por Zoom, queda claro que son compinches.
¿Vieron la foto? La publicó primero Maduro en redes sociales, luego todos los altos dignatarios del régimen chavista y luego algunos medios de comunicación. Si no las han visto, vayan a Google ahora. Escriban, por ejemplo, “Bachelet Maduro risas”. Nada más. Aparecerá todo. Háganlo, yo espero aquí un segundo…
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Como ven, la imagen clave es la sonrisa de Bachelet.
Los chilenos conocemos bien esa sonrisa. Sabemos de su poder. Especialmente cuando va acompañada de sus ojitos que se achinan. Es una sonrisa amplia, pegajosa, real, generosa, que no deja nada a la imaginación. Esa sonrisa la llevó muy lejos en la vida y, repito, le dio un poder enorme.
Nicolás Maduro, en cambio, es un tipo bastante bruto que no entiende las sutilezas del humor. Lo suyo es el humor “tortazo” y a pocos ha logrado sacarles una carcajada honesta. Lo que dice provoca más muecas que sonrisas. Pero el hombre es un animal político y sí sabe de armas poderosas: como la sonrisa de Bachelet. Esta semana él usó esa herramienta fabulosa en su favor.
Es que Maduro está en aprietos. En los próximos días se debe redactar otro informe sobre la situación de derechos humanos en Venezuela, mientras en paralelo la Corte Penal Internacional, en La Haya, evalúa si abrirle o no un juicio por crímenes de lesa humanidad por los años de abusos de su régimen.
En ese contexto, aparecer ante el mundo en una reunión con la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet (se cansa la mano al poner tanta mayúscula), en una reunión fantástica, en la que abundan las risas a mandíbula batiente, es una ayuda tremenda para Maduro. De verdad no tiene precio (para lo demás ya saben que está Mastercard o Visa).
Como era obvio, las organizaciones de DD.HH. de Venezuela y otros países sintieron que ese encuentro fue una “bofetada”.
Pobre Michelle, pese a su enorme talento y a su largo tránsito por la vida pública, no logró evitar que la emboscaran. Ella seguramente participó con la mejor fe del mundo en una reunión con Maduro y otros jerarcas de su régimen, y de seguro pensó que ocurría en un contexto de privacidad, y de buena fe se rió del par de bromas que hicieron para no aparecer descortés poniendo cara de tabla. Quizás no imaginó que alguien podría estar haciendo un registro de la cita para luego utilizar en redes sociales aquellos aspectos que ayudaran a lavar la imagen de Maduro.
Tengo una idea: para que nunca más le vuelva a pasar, se me ocurre que de ahora en adelante, en todas partes, en la vía pública, en malls, pero también en reuniones por Zoom se instalen carteles que digan: “Sonríe, estamos grabando”, para que así uno nunca olvide que ya nada es privado y todo lo que uno hace en la vida debe entenderlo como público.
Una lata por la Alta Comisionada, se debe estar sintiendo pésimo.