A fines de 2019 las proyecciones de crecimiento mundial para 2020 eran de 3,5%. Sin embargo, el 11 de marzo de 2020, la OMS declaró el covid-19 como pandemia y la economía mundial entró en caída libre. Hoy, a principios de 2021, más de 110 millones de casos de covid-19 han sido confirmados en todo el mundo y hay más de 2,4 millones de muertos por la enfermedad. El crecimiento mundial para 2020 fue en torno a -3,5%, lo que supone un dramático descenso de siete puntos porcentuales respecto de lo proyectado.
El tamaño y la velocidad de las medidas macroeconómicas para enfrentar la pandemia no tienen precedentes. Las acciones fiscales han ascendido ya a unos 14 billones de dólares en todo el mundo y han permitido reforzar los sistemas de Salud y llevar ayudas a los hogares y empresas. Literalmente, la política fiscal salvó vidas. Y al hacerlo, contribuyó a atenuar la caída del empleo, la contracción de la actividad económica y la destrucción de empresas.
Hay, sin duda, importantes puntos comunes en la evolución fiscal de todo el mundo. Los ingresos fiscales disminuyeron en todas partes. La deuda pública se disparó hasta 98% del PIB, frente al 84% antes de la pandemia. A partir de 2021, la deuda se estabilizará en un rango alto y seguirá muy por encima de los niveles precovid a mediano y largo plazo. Si bien las bajas tasas de interés ayudarán a estabilizar la deuda a medida que se recupere el crecimiento, los déficits persistirán, manteniéndose por encima sobre las previsiones precovid por años.
Pero la realidad es muy disímil entre países. Las economías avanzadas tienen un amplio margen de maniobra con financiamiento a tasas de interés históricamente bajas y poca inflación.
Por su parte, el acceso de las economías emergentes al financiamiento internacional ha estado estrechamente relacionado con la solidez de sus fundamentos, como se refleja, por ejemplo, en su calificación crediticia. Pero dentro de este grupo de países existe aún una considerable diferenciación. Mientras algunos se benefician de las tasas históricamente bajas, otros enfrentan costos de financiamiento más elevados o un acceso al mercado restringido.
La realidad es distinta en naciones más pobres. Estas no han podido ampliar su gasto público. Solo han cambiado su composición para reflejar los imperativos actuales: apoyar los sistemas sanitarios, los hogares y las empresas. Esto lo han conseguido recortando partidas, a menudo de inversión.
Esta situación requiere una acción internacional. Los países de bajos ingresos necesitan urgentemente fuentes de financiamiento para los servicios sociales, medidas de control de covid-19 y apoyo a los programas alimentarios donde hay riesgos crecientes de malnutrición.
Muchas naciones pobres necesitan ayuda a través de subvenciones, préstamos blandos y alivio de deuda, incluso a través de la Iniciativa de Suspensión del Servicio de la Deuda (DSSI, por su sigla en inglés) del G20, que ha entregado unos US$ 5.000 millones en alivio a más de 40 países elegibles desde 2020.
En algunos casos pueden ser necesarias reestructuraciones de deuda. Previendo esta necesidad, el G20 acordó un marco común más allá del DSSI, que ayudaría a facilitar esta reestructuración de deuda caso por caso y permitir el reparto de la carga entre los acreedores. La rápida puesta en marcha del Marco Común para el Tratamiento de la Deuda y la ampliación de la elegibilidad de los países deudores serán esenciales.
En este escenario, hay cuatro grandes prioridades de políticas mirando a futuro.
La salud es primero. Se deben entregar ayudas a quienes más lo necesiten. El covid-19 no estará bajo control mientras no se alcance la vacunación de gran parte del planeta. Cuanto antes ocurra, antes se recuperará la actividad económica y el empleo. Por tanto, la prioridad número uno es hacer que las vacunas estén disponibles en todo el mundo. Las ayudas deben dirigirse a los más vulnerables y distribuirse expeditamente.
Segundo, prepararse para hacer frente a los legados de la pandemia. Dada la mayor vulnerabilidad de los altos niveles de deuda y las elevadas necesidades de financiación en todo el mundo, es oportuno y necesario profundizar o crear marcos de política fiscal creíbles y sólidos.
Tercero, facilitar la transición de la recuperación a un modelo de crecimiento inteligente, ecológico e integrador. Esto será cada vez más vital a medida que la recuperación se afiance.
Por último, profundizar la cooperación internacional. Esto significa hacer que las vacunas estén disponibles y sean accesibles para todos los países, entre otras cosas, mediante la financiación de Covax (programa de la OMS para que los países pobres accedan a vacunas); proporcionar alivio de la deuda, subvenciones y financiamiento en condiciones favorables para los países de bajos ingresos, y llevar a cabo un impulso de inversión pública verde.
El covid-19 es una pandemia. Solo puede controlarse a nivel mundial. Para ello, la comunidad internacional debe actuar conjuntamente.
Vitor Gaspar
Exministro de Hacienda de Portugal
Director Departamento de Asuntos Fiscales FMI
Miembro Comisión Lancet
Felipe Larraín
Exministro de Hacienda de Chile
Profesor Titular UC y Clapes UC
Miembro Comisión Lancet