Es imprescindible hacer todos los esfuerzos para que los alumnos puedan volver a las aulas. El planteamiento que ha efectuado el Gobierno, para que la vuelta a clases presenciales se realice considerando la situación de cada comuna y establecimiento y de su comunidad, con flexibilidad, es razonable, pues una sola fórmula aplicada a raja tabla no sería aconsejable. Pero lo que no puede suceder es que sigamos tolerando que millones de niños y jóvenes no tengan siquiera la oportunidad de regresar a sus instituciones educacionales, aunque sea por algunos días y unas horas.
Debemos considerar que para muchos niños y jóvenes, ni siquiera la experiencia educacional remota es posible, ya sea por falta de conectividad, por las condiciones de convivencia al interior del hogar o porque el nivel educativo de los apoderados o cuidadores no hace factible que estos brinden el necesario apoyo a los menores. Sabido es que los niños y jóvenes que desatienden sus estudios pagan altos costos (la sociedad entera en realidad). Por su parte, padres y cuidadores, que en condiciones normales pueden salir a trabajar, también pagan altos costos al no poder aprovechar las oportunidades laborales disponibles, fuera de la sobrecarga que implica, para los apoderados que tienen un empleo remunerado, las jornadas agotadoras repartidas entre sus propios empleos y el hacer de profesores sin tener las herramientas que se requieren para ello. Cabe recordar que la escuela es también un espacio de cuidado de los hijos, a cargo de profesionales expertos que contribuyen enormemente a su desarrollo.
El Colegio de Profesores ha mostrado una postura intransigente. En las últimas horas se ha abierto al diálogo, pero con una cantidad de condiciones que más bien revelan una escasa voluntad para que los alumnos regresen. Muchas de esas condiciones requerirían que los colegios se transformaran en espacios fuera de la realidad, fuera de la pandemia, exigiendo seguridades y certezas que simplemente son imposibles. El Colegio de Profesores, estoy convencida, no representa a la mayoría de los docentes que con gran dedicación no solo ha hecho notables esfuerzos por apoyar a sus alumnos en la modalidad online, sino que desean volver a clases presenciales (como, por lo demás, lo hicieron cerca de 1.600 establecimientos en 2020, antes de iniciarse el proceso de vacunación). Entiéndase bien. La crítica es al Colegio de Profesores, no a los profesores. Y es que últimamente cualquier juicio que se haga a la postura intransigente —inspirada en cuestiones ideológicas y no en consideraciones educacionales y sociales— del Colegio de Profesores es utilizada políticamente para entenderla hecha a los profesores en general, cuestión que no corresponde y, me parece, no ha sido la intención de ningún personero público. Todos valoramos enormemente el trabajo maravilloso de los docentes. En este sentido, el Colegio y su dirigencia se comportan como un grupo de interés más, intentando sacar un provecho político inaceptable.
Los niños y adolescentes necesitan volver a los establecimientos educacionales, pues ellos representan mucho más que el conocimiento que en ellos se imparte. Es el contacto con sus compañeros, es la socialización tan necesaria para el crecimiento, son los lazos con los profesores y demás personal de apoyo, es aprender a través de la experiencia y del trabajo en equipo. El colegio es un espacio de desarrollo integral, de necesaria convivencia y de contención social y emocional. Todos los niños del país deben tener la oportunidad de contar al menos con un sistema que combine clases presenciales con aprendizaje remoto, y en tanto avance el año la modalidad debiera ser mayormente presencial. Las comunidades educativas deben organizarse responsablemente para dar esa oportunidad a las familias, definiendo esquemas para que ello sea factible con confianza y seguridad, cumpliendo los protocolos y de acuerdo con la condición sanitaria de la localidad, las características del establecimiento, su infraestructura y los recursos disponibles, pero no puede simplemente negarse la oportunidad, como estaría ocurriendo en ciertas comunas.
Se requiere buena voluntad, esfuerzo y responsabilidad, y no las mezquindades que estamos observando. Poner a los padres y a los niños como prioridad no es mantenerlos lejos del aula; todo lo contrario. Las brechas sociales y de aprendizaje no deben seguir creciendo, menos si hay alternativas que pueden implementarse para que así no sea. Manos a la obra, no hay más tiempo que perder.