—“Mamá, no quiero volver a clases. De verdad que no.
—¿Por qué, hijo? Todo el mundo ya está volviendo a sus actividades en los países donde la vacunación masiva ha sido un éxito, como en Chile.
—Es que igual me da miedo contagiarme. Y además, en mi colegio lo que más hay es “zorronavirus”, y eso siempre me ha cargado.
—Te entiendo, hijo, pero tienes que aceptar que hay niños de distinto tipo, y que, finalmente, son niños.
—Sí, mamá, pero es que además los profesores son hostiles conmigo, los auxiliares ni me saludan cuando camino por los pasillos.
—Hijo, pero la mayoría de las veces uno recibe lo que da. Si tú eres cordial y atento con el resto, los otros te tratarán del mismo modo.
—Pero es que además ya me había acostumbrado a trabajar desde la casa. No me molesta dormir una horita más en la mañana y tu almuerzo es mucho más rico que el del casino del colegio.
—Mira, hijo querido. Comprendo todo lo que me dices, pero creo que tienes que salir ahora de esa cama, meterte a la ducha, vestirte e irte al colegio, con tu mejor cara. No solo porque llegó la hora —el país no soporta otro año sin clases—, sino porque es lo mejor que puede pasarles a los niños y a las familias. Y, lo más importante, porque es tu obligación, ya que eres el director del colegio y tienes que dar el ejemplo”.
La “versión covid” de este antiguo chiste ayuda a situarse en el momento en que nos encontramos: en una discusión pública sobre el retorno a clases presenciales, donde son los profesores los que aparecen como los más reticentes.
De alguna manera el humor se trata de eso, de llevar situaciones normales, cotidianas, al absurdo; y eso es lo que provoca hilaridad.
Estamos entonces ante el absurdo de que, según se lee en los medios, parecen ser los profesores los que promueven el ausentismo, los que quieren hacer la “cimarra”, mientras son los alumnos los más ansiosos con volver al colegio. Nunca visto.
¿Qué pasa con nuestros profesores?
Sinceramente, yo creo que no les pasa nada. He visto durante la pandemia a los profesores con su vocación intacta, con el mismo compromiso hacia los niños y adolescentes de siempre. He visto a profesores trabajar mucho más que antes, fatigando noches para preparar las sesiones online, angustiados por contactar a estudiantes que desaparecieron con la pandemia.
Y estoy seguro de que mueren de ganas por volver a reencontrarse con sus alumnos.
Por lo tanto, el verdadero tema parece ser la directiva del gremio de los profesores, que son los que han levantado el discurso anti-retorno-a-clases. Respecto de ellos, no estoy seguro de cuál es su vocación, si es docente o política; desconozco su compromiso hacia los niños y adolescentes. No sé si durante la pandemia han trabajado más que antes, dudo que hayan preparado clases online y no me los imagino con la angustia de recuperar a estudiantes extraviados en la pandemia.
Creo que ese es el problema: los dirigentes políticos de los profesores… y no los profesores. Creo saber lo que digo. Mi vida ha estado siempre llena de profesores en mi entorno, esa ha sido mi fortuna, y por eso sé de lo que hablo.