Las campañas presidenciales de todos los bloques políticos están en marcha, no obstante que quedan entremedio ni más ni menos que cuatro elecciones el próximo 11 de abril, siendo entre estas últimas la elección de constituyentes la de mayor proyección por sus resultados para la sociedad chilena. Sin embargo, la configuración de las alianzas y las subalianzas al interior de los bloques está teniendo una tremenda importancia.
Es así como en el caso del bloque político conformado por el Partido Comunista, los regionalistas y el Frente Amplio aún no se ve con claridad cómo enfrentarán la primaria legal del 4 de julio próximo y quiénes serán sus abanderados, particularmente en el caso del Frente Amplio. En el otro lado del espectro político están más claros, considerando que la única duda que permanece es si a esa primaria de la derecha concurrirán 1 o 2 candidatos de la UDI, me refiero a Joaquín Lavín y a Evelyn Matthei.
Una situación diferente vive el bloque denominado Unidad Constituyente, conformado por 6 partidos políticos: la Democracia Cristiana, el Partido Socialista, el Partido por la Democracia, el Partido Radical, el Partido Progresista y el Partido Ciudadanos, quedando por resolver si se incorpora a este bloque el último referente político creado, que se denomina “Nuevo Trato”, integrado por el Partido Liberal, dos exdiputados de Revolución Democrática y un conjunto de independientes. Este bloque ya tiene definido 4 candidatos presidenciales para la primaria legal del 4 de julio. Me refiero a Ximena Rincón, de la Democracia Cristiana; Heraldo Muñoz, del PPD —ambos ganaron sus respectivas primarias ciudadanas—; Paula Narváez, del Partido Socialista, y Carlos Maldonado, del Partido Radical —ambos nominados por máximos órganos colegiados, considerando que no tuvieron competencia interna—. Por lo tanto, en este bloque quedan pendientes las resoluciones presidenciales del Partido Progresista, del Partido Ciudadanos y de Nuevo Trato, sobre todo si este último bloque ingresara a la Unidad Constituyente.
La disyuntiva actual en este bloque se está dando en un partido integrante de este, el PPD. Este partido, del cual soy el primer vicepresidente, había tomado la decisión junto con la dirección socialista de ir a una preprimaria ciudadana con sus respectivos candidatos presidenciales con el objeto de llegar con un solo nombre a la primaria legal del 4 de julio. Hoy día eso está en discusión al interior del PPD, y quiero plantear en las líneas siguientes mi posición para explicárselas a ustedes, estimados lectores. Soy partidario de mantener la posición adoptada por el PPD antes de las primarias que llevaron al triunfo a Heraldo Muñoz y en las cuales fui derrotado.
Creo tener fundamentos de carácter histórico y también de proyección estratégica para sustentar dicha posición. En los argumentos de carácter histórico, esta sería la primera vez en que frente a una primaria convencional y/o legal, socialistas y PPD fueran divididos, de mantenerse la alternativa diferente a la que sostengo. En las primarias del año 93 entre Ricardo Lagos y Eduardo Frei, socialistas y PPD estuvimos unidos tras Lagos; en las primarias convencionales aún del 99, entre Ricardo Lagos y Andrés Zaldívar, socialistas y PPD estuvimos unidos nuevamente apoyando a Lagos; en las primarias legales del 2005, entre Michelle Bachelet y Soledad Alvear, socialistas y PPD estuvieron tras Bachelet, y en la primarias legales del 2013, donde Bachelet compitió con Orrego, Velasco y Gómez, socialistas y PPD apoyamos a Bachelet. Esa tradición mencionada no responde a un cálculo meramente electoral sino que es mucho más profunda y habla de dos partidos que en los últimos 30 años convergen cada vez más en sus lineamientos estratégicos, en sus propuestas programáticas y en sus alianzas electorales.
Además, en el nuevo escenario político de los últimos años, ambos partidos más el Partido Radical formamos la Convergencia Progresista, lo que daba cuenta de una síntesis superior en perspectiva estratégica para la izquierda socialdemócrata. Pero además y mirando hacia adelante, esta izquierda socialdemócrata debe potenciarse aún más desde el punto de vista programático, social, cultural y electoral. La razón de lo anterior es que octubre del 19 nos demandó a los partidos, por parte de la ciudadanía, profundas transformaciones en la sociedad chilena, partiendo por una Nueva Constitución y la construcción de un Estado social de derechos garantizados. Ese desafío requiere una izquierda socialdemócrata unida en torno a sus liderazgos y sus propuestas programáticas y no a una alianza dividida en sus liderazgos y propuestas. El trabajo conjunto como partidos integrantes de la Convergencia Progresista nos ha conducido a tener cada día más coincidencias entre socialistas y PPD como respuesta a los desafíos que nos exige la ciudadanía. A manera de ejemplos: en nuestro mundo y con respecto a salud, la abrumadora mayoría técnica y política está por el seguro único, por el pre y post natal universal, por un sustantivo mejor financiamiento de la atención primaria.
Otro ejemplo relevante es en materia laboral, en nuestro mundo compartido estamos por la titularidad sindical, por hacer más efectivo el derecho a huelga y la negociación por rama a lo menos en la gran empresa. En materia de aguas, tenemos claro que dicho recurso no puede ser privado y en materias culturales y valóricas estamos unidos tras una ley de aborto, matrimonio igualitario con adopción y una ley de eutanasia. Lo anterior son solo ejemplos de la convergencia que hemos logrado hasta ahora socialistas y PPD y que esperamos que otras fuerzas progresistas y de izquierda se sumen a este esfuerzo estratégico programático. Por todo lo anterior me resulta incomprensible, aunque es un debate legítimo y democrático, dividir nuestros liderazgos y fuerza y no unirnos en torno a un liderazgo común que fortalezca nuestras propuestas. Por eso creo que habría que mantener nuestra posición original de ir a una consulta ciudadana, previa a la primaria legal, entre Heraldo Muñoz y Paula Narváez.