Esto es lo que se podría llamar un culebrón autoconsciente. No es algo nuevo, desde luego, porque el gran melodrama siempre fue un género perfectamente consciente de sus capacidades expresivas. Lo nuevo, quizá, es la voluntad de que el espectador note cuán consciente es.
Estrella (Lola Dueñas) y Leonor (Anna Castillo) viven en el pueblo de Constantina, cerca de Sevilla. Estrella fue la mejor costurera de la fábrica de textiles del pueblo y su hija Leonor ha comenzado a trabajar como planchadora. Son dos mujeres trabajadoras y pobres, que viven con estrecheces de dinero, pero que disfrutan de su relación filial en un pequeño departamento de cuatro ambientes.
Excepto unas pocas escenas breves, todo ocurre en el interior de ese departamento. Y el movimiento de la trama es mínimo: Leonor quiere irse a Londres a aprender inglés y a buscar mejores oportunidades. Sus motivaciones son confusas y desinformadas, pero las condiciones de su vida no necesitan excusas. Estrella se toma mal en silencio, amurrada, la decisión de Leonor, pero luego decide ayudarla a partir, sabiendo que el principal costo de ese viaje será su soledad completa.
Nunca hay una buena explicación para que Estrella no quiera salir de su departamento, ni tener amigos, ni siquiera ir a una celebración como la de Año Nuevo. (En el cine español se ha puesto de moda una cierta manía logofóbica). Lo que hay, en abundancia, son planos que la encuadran enmarcados por puertas, pasillos y puertas de puertas, planos que subrayan que este es un mundo clausurado y mutilado, probablemente el refugio contra un trauma del que nada se informa.
Este es el ejercicio autoconsciente: el uso del encuadre para dar al espacio doméstico una significación especial dentro de la relación entre madre e hija. Es un esfuerzo por trozar y seccionar el mundo para empaquetar dentro del espacio visible todos los pequeños gestos que dan volumen a un vínculo de dependencia mutua que según se sugiere va mucho más allá de la contingencia. El hecho de que se trate del invierno europeo más autoconciencia confiere todavía más vigor al problema del calor humano.
Viaje al cuarto de una madre, un título que si no fuese literal sería surrealista, es un caso de cine con buenas ideas visuales que choca con lo poco que hay para desarrollar. El mundo, para bien o para mal, siempre es un poco más rico.
Dirección: Celia Rico Clavellino.
Con: Lola Dueñas, Anna Castillo, Pedro Casablanc, Noemí Hopper, Ana Mena, Susana Abaitua, Marisol Membrillo, Silvia Casanova.
95 minutos.
En cinemark.cl/cineonline