Los periodistas aprendemos, por experiencia o por alguna especial sensibilidad, a calibrar a los entrevistados. No es por estudios o por textos, no se enseña (a los que se les enseña es a los jueces, que tienen técnicas para saber cuándo les dicen la verdad o grandes y pequeñas mentiras). Sabemos, los periodistas, que lo que desean los personajes es que el gran público se forme favorable opinión sobre ellos a través de sus respuestas. Por eso debemos preguntar buscando la verdad. Y con mayor razón cuando nos consta que el tipo miente.
Cuando entrevisté a Mario Osbén, a propósito del doping en el fútbol, percibí muy temprano que hablaba con un tipo decente, honrado, abierto y sin dobleces. Si sumaba a esa impresión sus antecedentes deportivos, me acercaba a la imagen de un hombre bueno.
Y eso fue este gran arquero que nos dejó en la madrugada del domingo. Un hombre bueno.
Si se nos pide hacer una reseña de un deportista de primer orden, con seguridad encontraremos muchas páginas de información con muchos capítulos. Esos capítulos podrán ser encendidas declaraciones suyas, grandes gestos o sonados escándalos. Hay deportistas que ganan notoriedad sin esas declaraciones ni esos escándalos. Ganan su prestigio y su fama porque simplemente fueron muy buenos en lo suyo.
Ese es el caso de Osbén. Fue muy bueno, simplemente. No se guardan de él declaraciones altisonantes ni frases para el bronce ni gestos publicitarios. Aunque tuvo gestos, como en 1985, cuando Roberto Rojas, el “Cóndor”, decidió terminar con la alternancia en el arco con él y exigió la titularidad en exclusiva en Colo Colo. Se fue el “Gato”. Calladamente, tranquilamente. Se fue a Cobreloa a escribir nuevas páginas de gloria para los de Calama. Hoy, Rojas dice que Osbén “fue, es y será mi ídolo”. Y llena páginas con esas declaraciones. Allá, donde está, el “Gato” seguramente seguirá guardando silencio. Tal vez sonría.
Y hubo quienes se hicieron hinchas de Cobreloa por su gran arquero en un cuadro que tenía a Víctor Merello, a Marcelo Trobbiani… ¡Qué equipo! Merello hizo el raid completo junto al arquero, desde Lota a Calama, en un tránsito en el que Osbén dejó amigos en todos lados y fama de hombre serio y de una sola línea.
Algo tuvo Mario Osbén que lo hacía confiable. No en vano fue concejal en dos períodos en la Municipalidad de Chiguayante, que ha declarado duelo comunal por su muerte. Es cierto que los electorados se equivocan mucho y a menudo con sus decisiones, pero no con Osbén. Tampoco sus compañeros, que lo apreciaron en todos los clubes en que estuvo por su seriedad y porque jamás estuvo involucrado en algo oscuro. Dan fe de eso en Ñublense, Lota Schwager, Unión Española, Colo Colo, Cobreloa y la Universidad de Concepción.
Se retiró después de los 40 y murió a los 70. Lo abandonó el corazón, que ya había anunciado su dolor el 2015. Pero en esos treinta años sin arco no abandonó el fútbol y entrenó a los niños, regalando los consejos provenientes de una carrera limpia, transparente. La carrera de un hombre serio.