Con mucho menos ruido mediático que otros estrenos en streaming, “Fragmentos de mujer”, escrita por Kata Wéber y dirigida por Kornél Mundruczó, dos húngaros, se ha convertido en una de las sorpresas del año que comienza. Es una cinta para adultos, elegante, cuidada, que nos recuerda cómo el cine sigue levantándose a partir de personajes, un problema, una historia que lo resuelve a medias.
En “Fragmentos de mujer”, la protagonista es Martha (Vanessa Kirby), una mujer que decide junto con su marido, Sean (Shia LaBeouf), dar a luz a su hija en su casa, en un parto natural, solo con su matrona. Pero las cosas se enredan desde el momento en que su matrona está metida en otro parto y llega una reemplazante. Todo esto sucede en un Boston invernal, frío, nevado, acuoso, de puertas adentro. Porque es un drama de puertas adentro, íntimo, uterino incluso. La cinta, de hecho, remarca lo que Camille Paglia describe como el solipsismo propio de toda mujer embarazada, de ella y su carga como un mundo propio, cerrado en sí mismo, autosuficiente. El marido es apenas un asistente, que trata de participar, que se esfuerza por ser parte, pero, a medida que avanza la cinta, tiene cada vez menos espacio. Después del parto, Martha, de hecho, se clausura más aún en sí misma y se cierra a todo lo que Sean o su propia madre, Elizabeth (Ellen Burstyn), tengan que decir o hacer sobre aquella noche terrible. Nadie, ni siquiera la propia película, parece ser capaz de comprender completamente la totalidad de lo que Martha siente, piensa, vive.
En una segunda línea, también uterina, la cinta va elaborando un tejido de mujeres en torno a Martha, una red que busca proteger, si bien no está libre de tensiones. Elizabeth comienza a ejercer de manera cada vez más firme como la matriarca exigente, dura, pétrea que es. Ella suma a la hermana de Martha y a una sobrina como abogada, en un círculo de mujeres en el que Sean luce progresivamente como un extranjero. En ese plano, el entendimiento entre madre e hija solo se hace plenamente posible cuando la segunda conoce en qué consiste la maternidad.
La cinta se la juega en esta exploración antropológica, arcaica si se quiere, desde el momento en que filma la escena del parto en un solo gran plano secuencia, sin corte alguno, de más de 20 minutos. Es una escena de enorme complejidad y virtuosismo, con una cámara que fluye y logra incluso trasmitir los distintos puntos de vista de los tres —en rigor cuatro— involucrados. La secuencia, si bien abusa de los primeros planos, especialmente de rostros, una debilidad muy corriente en el cine contemporáneo, como si fuera el único mecanismo para trasmitir la subjetividad de un personaje, justifica por sí misma el tiempo que uno puede dedicarle a la cinta, y no sería raro que se convierta en una referencia cinematográfica.
Ahora, la cinta explora estas cuestiones básicas de la naturaleza humana bajo un entorno, el bostoniano, de perfecta civilización, asunto que la cinta remarca con una cuidada dirección de arte y fotografía y la presencia de edificios corporativos, autos, agradables interiores, cafés para llevar. Es la plenitud del mundo occidental. En la tensión entre estos dos mundos —las verdades de la naturaleza y todo lo que hemos construido para protegernos de ella— la cinta guarda buena parte de su estrategia y de la manera en que nos seduce. Las compulsiones del sexo y la crueldad humana, que aparecerán invocadas cada una en su momento, nos recuerdan que la civilización es mucho más delgada de lo que parecemos darnos cuenta. La naturaleza es materia peligrosa y el pecado original de Sean y Martha parece estar en no haberlo comprendido a cabalidad en un principio.
Fragmentos de mujer
Dirigida por Kornél Mundruczó
Con Vanessa Kirby, Shia LaBeouf, Ellen Burstyn.
Canadá, Hungría y Estados Unidos, 2020.
126 minutos.
DRAMA