Mi señora siempre dice que tu-principal-virtud-es-a-la-vez-tu-principal-defecto. No sé si ella inventó el dicho, pero siempre me ha parecido sabio.
Pues bien, Paula Narváez es un buen ejemplo de eso. Su principal virtud, hasta ahora, es que es la “hija política” favorita de Michelle Bachelet. Eso fue suficiente para que esta semana el Partido Socialista, de manera unánime, la ungiera como su candidata presidencial sin que nadie siquiera osara disputarle esa nominación.
Ser la favorita de Bachelet es una virtud (si uno es de izquierda, claro). Pero también es un defecto.
Michelle Bachelet sigue siendo un ser muy poderoso dentro de un sector de la izquierda chilena y mundial. Pero ya no es la “monedita de oro”, la primadonna, el pan con más miga, el plumero con más plumas, ni el PC con más RAM... a nivel de público general.
Bachelet salió desprestigiada de su segundo gobierno: por el caso Caval y sus derivados, o por el tema del financiamiento de la política o porque no logró alcanzar las expectativas que creó cuando volvió al poder. Ese más de 60% de apoyo electoral que tuvo alguna vez ya no existe.
Por lo tanto, si Paula Narváez quiere desplegar alas propias en la carrera presidencial, para así despegar y tener una opción, tendrá que “desapegarse” de Bachelet, su “madre superiora”.
Es terrible, pero como decía Freud, tendrá que “matar a la madre”.
Pero momento. Lo de “matar al padre” funciona bien en masculino, que es como se ha usado por décadas, por aquello de la cultura patriarcal o porque viene de Edipo y el homicidio real a su progenitor.
¿Pegará decir “matar a la madre”?
Bachelet supo lo que era “matar al padre”, políticamente hablando. Lo hizo con Ricardo Lagos, quien la llevó a la primera liga de la política nombrándola ministra de Salud, primero, de Defensa, después, y al hacerle un guiño clave poco antes de la campaña, que fue decisivo para que Michelle derrotara a Soledad Alvear en la interna de la Concertación. Eso fue suficiente para anotarse el triunfo que condujo a la era “Bachelet 1”.
Pero tiempo después, cuando Bachelet quiso volver al poder para desarrollar un proyecto político distinto, en alianza con el Partido Comunista (alianza que engendró lo que se llamó la “Nueva Mayoría”), a Bachelet no le quedó otra opción que “matar al padre”. O sea, a Ricardo Lagos. Si recuerdan bien, mucha de la retórica de la era “Bachelet 2” se basaba en despreciar lo realizado por los gobiernos de los varones concertacionistas, Aylwin, Frei y… Lagos, el padre. La “retroexcavadora” también buscaba demoler legados “laguistas” como el “CAE” y las “concesiones”.
Ahora Paula Narváez (¡qué diablos!) tendrá que saber matar a su madre, como su madre hizo con su propio padre, siempre políticamente hablando.
El problema para Narváez es que hacer eso, cuando el elemento central de su proyecto político es la ideología de género, es un sacrilegio.
¡Es como un femicidio político! Mujer contra mujer, como decía Mecano, creo que en otro sentido, eso sí. Como sea, se ve difícil que Narváez haga lo que tiene que hacer. Y no me gustaría estar en sus tacos.