Al cierre de esta columna, aún no tenemos seleccionador nacional. La realidad es que el directorio de la ANFP soltó una liana sin tener tomada la otra. Forzaron la salida de Reinaldo Rueda y creyeron que la definición del reemplazante sería un trámite casi administrativo.
En la lógica que comparte un sector no menor de la afición e incluso de la prensa, se pensaba que la Roja seducía. Olvidan la eliminación de Rusia 2018 y que los bicampeonatos de América ocurrieron en 2015 y 2016. Un tiempo muy largo en el fútbol, en que la base de esas brillantes oncenas de Jorge Sampaoli y Juan Antonio Pizzi vieron pasar la mejor etapa de sus carreras. Hoy es un pequeño grupo el que se mantiene a duras penas en la gran escena.
Los estandartes se lesionan seguido, pelean por titularidades que hace un lustro no se discutían, mientras Chile mira desde abajo la tabla de posiciones de las eliminatorias. Los entrenadores extranjeros con espalda observan este panorama, saben que hoy nuestras opciones radican en arañar el quinto puesto y si el viento sopla a favor, podríamos meternos cuartos y subirnos al último cupo directo a Qatar 2022.
Todo en potencial y en el terreno del deseo. Por eso se ve complejo que un técnico acepte venir a jugar con la cancha cuesta arriba, en un medio futbolero que al final de cada partido no hará el análisis largo, sino que se quedará en la consigna o la explicación facilista (corrieron poco, el equipo es ratón, no fuimos protagonistas). El momento de la selección chilena requiere batallar cada punto como si fuera la lucha por el descenso y en una de esas, llegar hasta el final y meter el zarpazo. Reinaldo Rueda lo tenía claro.
No asumir este cuadro es un error. Por eso, la decisión del directorio de la ANFP, de negarse a que el seleccionador fuera chileno, se transformó en un callejón sin salida. Porque cuando no encontraron nombres rutilantes, superiores a primera vista a los criollos, siguieron empecinados en dar con el entrenador fuera de casa.
Lo más probable es que Matías Almeyda se siente en la banca para la doble fecha eliminatoria de marzo, ante Paraguay y Ecuador. En la mirada fría no es más ni menos que los directores técnicos nacionales que aparecen con méritos para recibir el mayor desafío y honor de su vida deportiva.
José Luis Sierra y Ronald Fuentes, en sus campañas recientes y en su camino como entrenadores, muestran el acervo necesario para llegar al complejo “Juan Pinto Durán”. En el campo, sus equipos son competitivos, exhiben trabajo y convicción. Plantear que no están preparados para enfrentarse a un vestuario “pesado” significa desechar sus trayectorias. No en vano disputaron una Copa del Mundo, clasificaron a segunda ronda, y a nivel de clubes conocieron intensamente los torneos de la Conmebol en los inolvidables años 90.
En rigor, no hubo un estudio frío y contundente sobre sus capacidades. La tarea se entregó a un asesor recién llegado, Francis Cagigao, con seguridad muy preparado, pero con natural desconocimiento de la realidad local. Cuesta advertir las razones de un portazo tan brutal a los entrenadores chilenos, que ni siquiera fueron considerados elegibles. A esta altura, casi una afrenta.