Marguerite Yourcenar, en su ensayo sobre la Historia Augusta, hace una observación pertinente: el mundo antiguo, en la época de Plutarco, era todavía lo bastante homogéneo como para que el biógrafo griego pudiera referirse a Julio César —con casi cincuenta años de distancia— como si César todavía estuviera vivo y fuesen contemporáneos. Por el contrario, para Yuval Noah Harari, reinventarse repetidamente a lo largo de una vida será fundamental en el futuro, porque la revolución de la inteligencia artificial y la automatización no serán eventos únicos, sino partes de una cadena de cambios drásticos cada vez más rápidos, y con mayores consecuencias para el mercado laboral, las relaciones, la política y otros ámbitos de la vida. ¿Cuántas veces nos reinventamos los que tenemos más de sesenta años? ¿Dos, tres? Nuestros hijos deberán hacerlo continuamente.
¿Cómo pueden los países de menor tamaño relativo enfrentar las reglas que los más grandes buscarán imponer en el camino? Hay dos marcos de referencia posibles: el de la adhesión acrítica, a libro cerrado, con sistema propietario, como quien firma un contrato de adhesión. El otro es —en la medida de las posibilidades— desarrollar criterios de usuario, y discutir los términos del acuerdo. Para esta segunda opción, la escala es una dimensión insoslayable. No es indiferente de a uno que siendo más que uno, y más no es lo mismo que uno solo.
En el segundo andarivel, el del desarrollo de la potencialidad propia o compartida, mucho se está haciendo en la dimensión bilateral. El Presidente Fernández ha lanzado en 2020, aún en un contexto de estrechez fiscal y con las complicaciones de la pandemia, el Plan Conectar, que establece la ampliación de la Red de Fibra Óptica Federal en más de 2.000 km, llevándola a 37.000, y la construcción y el lanzamiento del tercer satélite argentino de telecomunicaciones, el ARSAT SG-1.
El Presidente Piñera principió el Sistema Nacional Satelital chileno, que prevé la construcción de siete satélites y de un laboratorio satelital en Chile, e impulsó mediante la empresa estatal Desarrollo País la creación de un cable transpacífico de fibra óptica que conectará Valparaíso con Sídney. Son emprendimientos de significación geopolítica.
Mucho más es lo que podría hacerse en conjunto: si bien ambos países ya negociamos nuevas conexiones de fibra óptica a través de nuestras fronteras, la agenda es vasta y el desafío es la integración digital: el satélite SG-1, que dará internet digital a 200.000 hogares, puede resolver para el norte de Chile la internet rural de banda ancha y además ampliar las actuales redes 4G y las futuras de 5G de los operadores de comunicaciones móviles en zonas rurales de baja densidad de población, o donde no sea conveniente el despliegue de infraestructura terrestre.
El cable transpacífico “Humboldt” podrá incrementar la conectividad de Argentina con Asia, y la competitividad de sus servicios digitales, permitiendo crear empleo de calidad y profundizando la integración digital con Chile y otros países de la región.
La agenda es incluso más amplia: Chile y Argentina podrían cooperar en la regulación del big data, en inteligencia artificial, en misiones satelitales conjuntas. Es a esos fines que vamos a constituir una Mesa Binacional de Agenda Digital, a efectos de poder tener una discusión transversal dinámica, técnica y política.
El gran desafío, sin embargo, no es meramente digital: se trata de levantar la mirada, de poder proyectarnos juntos, de trascender las agendas obsoletas, cuyos remanentes resolveremos armónicamente.
El reto de la hora es lograr ser muy ambiciosos, a la par. Es imaginar nuestros territorios como Repúblicas —lo que alguna vez fue una quimera tan lejana como el horizonte—, decididas a afrontar juntas el vendaval del mundo que viene, dispuestas a hilar velas fraternas, cargadas de futuro, que permitan aprovechar ese viento, que sopla hacia puertos impensables.
Rafael Bielsa
Embajador de Argentina en Chile