No tiene el porte, la pinta, ni los ojitos de piscina de Sichel; no es mujer ni tiene el oficio de Matthei; carece de la chispeza de Lavín; le falta el aplomo y la contextura gruesa de Desbordes… pero sin embargo, Ignacio Briones tiene algo. Algo que podría transformar la carrera presidencial dentro de Chile Vamos.
Intentemos descifrar el asunto.
Están a la vista los atributos más bien “matapasiones” de Briones: Eso de no abrocharse las mangas de la camisa, que se le asoman abiertas debajo de la chaqueta; eso de andar en una moto algo pequeña para su tamaño y su edad (es demasiado joven y demasiado viejo, al mismo tiempo, para ese vehículo); eso de peinarse como colegial de antes; eso de usar un bolsito de cuero setentero, que parece de huemul.
También puede ser su forma de hablar lo que lo “añoña”, si me permiten el neologismo. Eso de no tutear, de comunicarse como si estuviese siempre en una interminable disertación oral, o haciendo un simulacro de emergencia en una embarcación o dando catequesis en un stand lateral de Lollapalooza.
O quizás sea su austeridad. Esa tacañería de abuela en tiempos de guerra; esa aspereza en el tacto para soltar el billete.
En tiempos de normalidad, el poco
glamour en la vestimenta; en el medio de transporte personal; en el peinado o los accesorios; en el hablar formal (versus la conversa ondera y cool); y la renuencia a gastar dinero son “matapasiones”. Nadie se convertiría en popular o
influencer con esas modas o esos modales en el mundo que vivíamos hasta hace no tanto tiempo.
Pero hoy, en la vida actual, cuando todo está patas para arriba, cuando nadie sabe qué pasará la próxima semana, si podremos salir o no de la casa, si podremos trabajar o no, si podremos estudiar o no, si hordas violentas arrasarán o no las ciudades, si estaremos sanos o enfermos, si la sociedad judeo cristiana occidental seguirá siendo como en los últimos siglos o no…. ¡por Dios que viene bien un espacio de fomedad, de sobriedad, de estabilidad, de calma!
Así es como lo “matapasiones” puede llegar a convertirse en sexy.
Cuando la vida habitual es predecible y monótona; cuando cada día es como el “Día de la Marmota”, el arrojo, el vértigo, el chasconeo, la palabra precisa, la sonrisa perfecta y la tendencia al despilfarro y la juerga se vuelven atractivos y deseables.
Pero cuando el estrés ya nos tiene el canasto lleno a todos, de verdad que uno empieza a hacerle ojitos a la calma, al sosiego, la quietud y lo predecible. Cuando las pasiones han estado tan desatadas durante tanto tiempo, no viene mal un tiempo de “matar-pasiones”.
Piensen lo que pasó esta semana en EE.UU. Mi tocayo Joe Biden llegó a la Casa Blanca el miércoles haciendo pocas promesas, pero tratando de garantizar una sola cosa: el retorno a la calma. Una amiga me dijo ese día que el casi octogenario Biden, con su innegable fomedad, le había parecido atractivo cuando dio el discurso de inauguración. Mitch.
Como ven, hay momentos en que lo “matapasiones” puede ser sexy.