La semana pasada Mega estrenó la primera teleserie chilena grabada desde el comienzo en período de pandemia. Eso implica agotadores protocolos de sanitización y distanciamiento, y constantes exámenes PCR y test rápidos aplicados al elenco y al personal técnico. Nada de eso afecta a lo que se ve en pantalla ni hace a “Edificio Corona” diferente a otras teleseries. Pero sí es notoria la ausencia de exteriores. Las escenas transcurren en los departamentos, pasillos, ascensores y hall de entrada de un inmueble que está en cuarentena por contagio de covid-19. Este encierro en la ambientación y las situaciones que se van sucediendo le dan a esta producción la estética y el ritmo de una sitcom, más que de una ficción del horario estelar.
“Edificio Corona” fue pensada para el horario de las 20:00 horas y es, a todas luces, una teleserie familiar; sin embargo, la falta de otro producto para la noche y el agotamiento de títulos para repetir llevaron a estrenarla a las 22:30 horas. Los resultados han demostrado que fue un acierto. En su primera semana obtuvo un promedio de 18 puntos de rating, superior a los 13 que estaba obteniendo “Isla Paraíso” en ese horario y a los 12 que promedió el notable experimento telemático “Historias de cuarentena”, en el mismo canal, durante el invierno.
Al igual que esta última, la nueva teleserie está ambientada en la pandemia, pero es de un registro muy diferente. Mientras en “Historias de cuarentena” se mostraban casos dramáticos y realistas de situaciones familiares en confinamiento, en “Edificio Corona” se da rienda suelta a la comedia y a los personajes extremos. Es el caso de Sergio Correa, el administrador del edificio, un fanático religioso que tiene al actor Francisco Melo haciendo al personaje más caricaturesco de su carrera, después del cazador de mariposas de “Sucupira”. Su contraparte es Ágata Cárdenas (Paola Volpato), quien junto a sus hijas forma un trío pizpireto que quiere convertirse en las “Kardashian chilenas”.
Esta dupla de Sergio y Ágata marca una distancia sideral con la que ambos intérpretes hicieron en “Historias de cuarentena”. Entonces, encarnaron a un psicólogo y a una enfermera que se enamoran a través de Zoom, en actuaciones llenas de sutileza y verdad. Ahora están en clave de comedia y no dejan espacio a la complejidad ni a los matices. Sin embargo, en otros departamentos del Edificio Corona hay intentos de mostrar situaciones dolorosas. Por ejemplo, el personaje de María Gracia Omegna interpreta a una mujer insegura y oprimida por su marido (Mario Horton) y revela la violencia psicológica que se puede dar en una pareja. Ella encuentra en un vecino abandonado por su mujer (Nicolás Oyarzún) el buen trato y la valoración que necesita para salir de la opresión machista. La química entre estos personajes es uno de los puntos altos de esta ficción.
“Edificio Corona” no tiene más pretensión que la de entretener y dar algunas pinceladas de retrato social. Cumple su cometido, sobre todo en un panorama de poca frescura en las ficciones de la televisión abierta.