Me cargan las sorpresas. No puedo explicar muy bien por qué. Pero las fiestas sorpresa, los regalos sorpresa y las visitas sorpresa me generan demasiada ansiedad y no los disfruto.
Quizás sea por una especie de trauma infantil.
Recuerdo de chico la historia de un pariente que se casó con una tía y que después del matrimonio empezó a correrse el rumor de que el novio “venía con sorpresa”. La gente mayor hablaba del tema poniendo una cara entre de sorpresa y reproche. En esa época, yo todavía pensaba que todas las sorpresas eran buenas. Hasta que un buen día se hizo el disclosure y se reveló que el pololo, novio y flamante marido de mi tía tenía un par de hijos inconfesados de un par de relaciones anteriores. Quedó la grande. Y ahí entendí lo que era “venir con sorpresa”. Y ahí fue seguramente cuando aprendí a tenerles respeto a las sorpresas.
Con el tiempo fui recolectando más ejemplos de “sorpresas” impactantes. En la lista están la película “El juego de las lágrimas” (la media sorpresa) o el negocio de Caval (igual sorpresivo) o Ricardo Montaner como reemplazante de Antonio Vodanovic en el Festival de Viña (¡?).
Esta semana pude agregar dos sorpresas más: las inscripciones de Hugo Gutiérrez y Teresa Marinovic como candidatos a la Convención Constitucional.
Ahora, lo primero que hay que decir es que los sorprendidos fuimos nosotros, los integrantes de la opinión pública, porque los dirigentes de los partidos políticos sabían de sobra que los dos estarían inscritos en las listas de candidatos. Y aprobaron sus nombres, poniendo su firma en la plantilla.
Por eso, casi todo el cacareo de políticos por la inscripción de Hugo y Teresa es
show.
Sí entiendo la sorpresa del resto de la gente. Porque cuando la ciudadanía esperaba que la Convención estuviese poblada de “señoras Juanitas” o “dones Juanitos”, al final las nóminas quedaron armadas más bien con mucho exparlamentario y harto
influencer de redes sociales. Hay bastantes independientes bien buenos, pero no son la mayoría.
Así las cosas, aunque el diputado comunista Hugo Gutiérrez empiece a autodenominarse como “don Huguito” y la mediática Tere Marinovic como “doña Teruca”, el electorado los mirará al menos con extrañeza y suspicacia, para decirlo con cariño.
Para qué hablar de otros personajes, como Adriana Barrientos, Bastián Bodenhofer, Hotuiti Teao o la Dra. Cordero.
Como ven, la Convención tendrá suficiente elenco como para armar su propio matinal.
En todo caso, si me ponen contra la pared y me hacen elegir entre Hugo Gutiérrez y Tere Marinovic, creo que la elegiría a ella.
Estoy de acuerdo con ustedes en que “doña Teruca” ha dicho cosas verdaderamente terribles. Pero don Huguito... bueno, él ha hecho cosas verdaderamente terribles. Y como del dicho al hecho hay mucho trecho... ahí están mis razones.